The Phantom of the Opera (1929)

“El Fantasma de la Ópera” de 1925 es mucho más que un simple melodrama gótico; es una película que, a pesar de sus evidentes limitaciones técnicas, encapsula de forma inquietante y persistente el espíritu de la leyenda operística. La cinta, dirigida por Rupert Julian, no se acerca a la perfección del legendario musical de Andrew Lloyd Webber, pero sí logra crear una atmósfera de misterio y tensión que, incluso en la actualidad, resulta cautivadora.

La trama, basada en el libro de Gaston Leroux, se centra en el enigmático “Fantasma de la Ópera” (Lon Chaney), un hombre de belleza sublime pero atormentado por un pasado oscuro. Su obsesión por la joven Christine Daaé (Lynn Ashford) y su ambición de transformarla en la soprano más prometedora de París se desenvuelven con una lentitud deliberada que, aunque puede parecer tediosa para los espectadores modernos, refleja la angustia y el control implacable del fantasma. Chaney, en particular, ofrece una actuación magistral, logrando transmitir la dualidad del personaje: la belleza deslumbrante y la profunda desesperación. Su maquillaje, aunque un tanto exagerado para los estándares actuales, era revolucionario en su época y contribuye enormemente a la imagen icónica del fantasma.

Sin embargo, el verdadero punto débil de la película reside, inevitablemente, en su guion. Las diálogos son torpes y la construcción de la trama, a menudo, se basa en tropes melodramáticos que pueden resultar forzados. La película no profundiza en la psicología de los personajes ni en las motivaciones del fantasma, limitándose a presentar una serie de eventos que buscan culminar en un clímax espectacular. No obstante, la dirección de Julian se apoya en el uso del montaje, la iluminación, y especialmente en la puesta en escena de los escenarios, creando una sensación de opulencia y terror. El uso de la penumbra y los efectos de sonido, aunque primitivos en comparación con los estándares actuales, logran generar una atmósfera de suspense innegable.

La película no intenta ser una reinterpretación fiel del mito, sino más bien una adaptación que busca explotar el atractivo del misterio y el terror gótico. El final, con su resolución abrupta y un poco decepcionante, podría haber sido más elaborado. A pesar de sus fallos, "El Fantasma de la Ópera" permanece como un hito cinematográfico, una pieza crucial en la historia de los thrillers góticos y un precursor de muchas de las características que definirían el género en el futuro. Su valor reside, en gran medida, en su capacidad para evocar el espíritu de una leyenda y en el impacto duradero de la imagen de Lon Chaney como el personaje más icónico de la historia del cine.

Nota: 6/10