10 regole per fare innamorare (2012)

“10 Regole per Fare Innamorare” es una comedia romántica italiana, una invitación a la risa y a la reflexión, que, aunque no redefine el género, sí lo abraza con una energía contagiosa y un toque de frescura. Dirigida con maestría por Enrica Pintore y Giulio Berruti, la película se centra en un peculiar experimento familiar: un padre, interpretado de una manera absolutamente hipnótica por Vincenzo Salemme, decide poner en práctica un manual de seducción, un tratado de conquista confeccionado con un aire de absurdo y una visión un tanto desfasada del amor. La premisa, en sí misma, podría sonar predecible, pero la forma en que se ejecuta es lo que realmente la diferencia.

Salemme, como siempre, roba cada plano. Su personaje no es un villano, ni siquiera un antagonista. Es un hombre amado, imperfecto y profundamente divertido, atrapado en una dinámica familiar compleja. Su carisma es palpable, su excentricidad, genuina. La relación entre él y su hijo Guglielmo Scilla es el corazón de la película, una mezcla de amor paternal, frustración y un humor que se asienta perfectamente con las situaciones caóticas en las que se ven envueltos. Scilla, por su parte, logra transmitir con éxito la ingenuidad y la torpeza del joven que se enfrenta, sin éxito inicial, a las “reglas” de su padre.

El guion, aunque a veces ligeramente previsible, se beneficia de diálogos agudos y situaciones embarazosas que funcionan a la perfección. La película se atreve a jugar con el cliché del manual de seducción, desmitificándolo y exponiendo su fragilidad. No se trata de una sátira mordaz, sino más bien de una mirada ligera y divertida a la forma en que entendemos el amor y la conquista. La película no se toma demasiado en serio, lo que le permite explorar la incomodidad y el ridículo que a veces acompañan a las relaciones interpersonales.

La dirección es fluida y dinámica, aprovechando al máximo la belleza del paisaje italiano y la atmósfera festiva de las escenas. La banda sonora, sutil pero efectiva, refuerza la sensación de optimismo y diversión. El ritmo es ágil, manteniendo al espectador enganchado desde el principio hasta el final. Si bien la película podría haber profundizado un poco más en las complejidades emocionales de sus personajes, la experiencia general es gratificante y entretenida. Se trata de una película para disfrutar, para reírse y, quizás, a reflexionar sobre la importancia de la autenticidad en las relaciones.

Nota: 7.5/10