“1917” es una experiencia cinematográfica visceral que no solo te transporta a las entrañas de la Primera Guerra Mundial, sino que te sumerge en la angustia y el horror de la vida en el frente. Sam Mendes, director del filme, ha logrado una obra maestra de la inmersión, desafiando las convenciones del lenguaje narrativo para ofrecer una perspectiva única e íntima del conflicto. La película no se centra en batallas grandiosas o heroicas, sino en la misión de dos soldados británicos, Schofield (Benedict Cumberbatch) y Blake (Dean-Charles Reeves), que se ven encargados de llevar un mensaje crucial a un general, evitando así una emboscada que podría condenar a miles de vidas.
Lo que distingue a “1917” es su innovadora utilización del formato de una sola toma. Esta técnica, sostenida durante gran parte de la película, es mucho más que un truco visual. Es una decisión artística que fuerza al espectador a vivir la experiencia junto con los personajes. A través de la perspectiva de Schofield y Blake, sentimos su cansancio, su miedo, su desesperación, incluso sus momentos de lucidez y camaradería. Mendes se ha atrevido a eliminar cualquier elemento de entretenimiento superfluo, dejando que la tensión y el peligro se transmitan de manera directa y brutal. La banda sonora de Alexandre Desplat, sutil y evocadora, complementa a la perfección la atmósfera opresiva y claustrofóbica de la película, sin sobrecargar la experiencia.
Las actuaciones son excepcionales. Cumberbatch y Reeves construyen una relación convincente y emotiva, un vínculo que se desarrolla a medida que la misión avanza y los dos soldados enfrentan el peligro juntos. La química entre ambos es fundamental para que la experiencia sea tan poderosa. Sin embargo, la actuación de Reeves, en particular, merece una mención especial. A pesar de ser un actor relativamente nuevo, logra transmitir una vulnerabilidad y una determinación admirable, convirtiéndose en el corazón de la película. La dirección de Mendes es magistral en la construcción del personaje de Blake, mostrando el impacto psicológico de la guerra en un joven soldado.
El guion, aunque conciso, es sorprendentemente efectivo. La trama, aparentemente sencilla, se complica sutilmente a medida que avanza, obligando a Schofield y Blake a tomar decisiones difíciles y a enfrentarse a verdades incómodas. La película aborda temas universales como el valor del sacrificio, la fragilidad de la vida y el horror de la guerra, pero lo hace con una honestidad brutal y sin caer en sentimentalismos baratos. La construcción de la ambientación es impecable; los vestuarios, la escenografía, la fotografía en blanco y negro… todo contribuye a crear un universo visualmente rico y convincente. Aunque el ritmo puede resultar lento para algunos espectadores, esta deliberada lentitud es crucial para el efecto inmersivo que la película busca lograr.
Nota: 9/10