“27: El club de los Malditos” es una película que, en su intento de desentrañar un misterio aparentemente sobrenatural, se queda a medio camino entre una intrigante propuesta y una ejecución algo frustrante. La premisa, la obsesión de la audiencia con el número 27 y la muerte prematura de tantos iconos del rock, es atractiva desde el principio, y la película se basa en un argumento que, en teoría, podría generar un thriller psicológico sólido. Sin embargo, lo que realmente entrega la película es un ejercicio de estilismo más que un verdadero análisis profundo de las causas subyacentes de estos trágicos sucesos.
La dirección de Jake Crawford es cuidada en la estética, creando una atmósfera melancólica y nostálgica. Las imágenes de archivo de los años 60 y 70, la música omnipresente y el vestuario son una carta de amor al rock clásico, contribuyendo a un ambiente inmersivo que atrapa al espectador. La película se beneficia de una fotografía vibrante y de una banda sonora impecable que elevan la experiencia visual y auditiva. Sin embargo, a veces la estética se convierte en un artificio, una forma de cubrir la falta de sustancia narrativa. La película se centra demasiado en la atmósfera y en las imágenes, a expensas de desarrollar un argumento convincente y con un ritmo narrativo sólido.
Las actuaciones son desiguales. Peter Dinklage ofrece una interpretación convincente como el detective Leo Kaplan, un hombre atormentado por su pasado y obsesionado con el caso. Su personaje, con sus contradicciones y sus momentos de lucidez, es el punto de interés principal de la película. Pero el resto del reparto no logra alcanzar el mismo nivel. Las interpretaciones son a menudo superficiales y carentes de profundidad. Particularmente, el personaje de la aspirante a periodista, interpretada por Evan Rachel Wood, carece de la complejidad emocional necesaria para crear una conexión real con el espectador.
El guion es donde la película realmente se resiente. La investigación de Kaplan se presenta de forma desordenada, con saltos temporales y cambios abruptos de escena que dificultan la comprensión de la trama. Las teorías que se plantean sobre el “club de los malditos” son poco más que especulaciones, carentes de una base sólida y con argumentos que, en última instancia, no resultan satisfactorios. El desarrollo de los personajes es superficial, y sus motivaciones a menudo carecen de claridad. La película ofrece pistas, pero nunca las conecta de forma coherente, dejando al espectador con la sensación de que algo importante falta. Se intenta generar suspense, pero a menudo se basa en el artificio más que en la construcción de una trama efectiva.
En definitiva, “27: El club de los Malditos” es una película visualmente atractiva pero narrativa deficiente. Su intento de abordar un tema fascinante se ve comprometido por una dirección y un guion poco cuidadosos. Si bien la película puede resultar entretenida para los fans del rock clásico y del misterio, no logra cumplir con las expectativas de un thriller psicológico de calidad. Se siente como una oportunidad perdida, un ejercicio de estilismo que carece de la sustancia necesaria para dejar una impresión duradera.
Nota: 5/10
