“31” se presenta como una propuesta de terror “elevado”, un término que a menudo se utiliza, y con cierta cautela, para describir películas que buscan trascender el simple susto y ofrecer una experiencia más psicológica, estilística y visualmente ambiciosa. Y, en gran medida, la película cumple con esa promesa, aunque con algunas concesiones en el camino. La historia, centrada en un grupo de trabajadores secuestrados para participar en un macabro juego mortal en un circo abandonado, es un punto de partida interesante, pero la ejecución, a pesar de sus momentos brillantes, no siempre logra alcanzar su máximo potencial.
La dirección de P. Craig Williams es, sin duda, el punto fuerte de la película. Williams crea una atmósfera densa y opresiva desde las primeras escenas, utilizando la iluminación y la composición de plano de manera magistral para generar tensión y un sentimiento de inquietud constante. La estética visual, reminiscente de películas como “El show de Pennywise” (It Follows), está cuidadosamente elaborada y contribuye significativamente a la inmersión del espectador en este mundo de pesadilla. Los planos largos y pausados, intercalados con escenas de acción vertiginosa y grotesca, logran mantener un equilibrio precario entre lo contemplativo y lo visceral. Williams también es capaz de explotar el horror cósmico, jugando con la percepción del tiempo y la realidad, elementos que a veces resultan confusos pero siempre impactantes.
El reparto está compuesto por actores convincentes y bien seleccionados, con Dylan O’Brien en el papel del protagonista. Si bien la historia se basa en un concepto predecible, las actuaciones cumplen con su tarea de transmitir la desesperación y el miedo de los personajes. La actuación de Halston Sage es particularmente destacable, aportando una dosis de vulnerabilidad y humor negro que contrasta de manera efectiva con la brutalidad del entorno. La química entre los personajes es palpable, y sus interacciones, a menudo tensas y llenas de suspenso, son esenciales para el desarrollo de la narrativa. Sin embargo, algunos diálogos, especialmente en los momentos de mayor tensión, resultan un poco forzados y poco naturales.
El guion presenta algunas lagunas importantes. La idea de “Murder World” y la mecánica del juego "31" son intrigantes, pero la falta de explicación sobre la procedencia de estos personajes perturbados y el propósito final de la entidad que los controla, deja un sabor agridulce. El ritmo de la película es irregular, con secciones que se arrastran sin tapaderas y otras que se precipitan demasiado rápido. Además, el final, aunque visualmente llamativo, carece de una resolución satisfactoria y plantea más preguntas de las que responde, lo cual puede resultar frustrante para algunos espectadores. La película se basa en el suspense psicológico y en la atmósfera, pero carece de una profundidad temática que la convirtiera en una obra maestra del terror.
En definitiva, “31” es una película de terror visualmente ambiciosa y con momentos genuinamente escalofriantes. No es una obra maestra, pero sí una experiencia cinematográfica interesante y perturbadora. Si buscas una película que te haga pensar y sentir, y que te ofrezca una estética cuidada y una atmósfera opresiva, esta podría ser una buena opción. Pero prepárate para algunas lagunas argumentales y un final que deja mucho que desear.
Nota: 6.5/10