“45 años” (Four Hundred Kicks, en su título original) no es una película que te empiece con un estruendo. Más bien, se instala sutilmente, como una bruma matutina que te envuelve con una sensación de melancolía persistente y un ligero temor a lo desconocido. La dirección de Charlotte Wells es, en esencia, la fuerza motriz de esta pequeña joya cinematográfica. Wells, que además es la co-guionista, construye una atmósfera de nostalgia densa y realista, capturando la esencia misma de la juventud y la inevitable reflexión sobre el tiempo. No busca grandilocuencias ni efectos especiales; su virtud reside en la precisión de los detalles, en el uso del encuadre y el ritmo lento que permite al espectador sumergirse en el universo íntimo de Kate y Aaron.
La película se centra, primordialmente, en la relación entre Kate (Hailey Steinfeld) y Aaron (Lucas Hedges), dos adolescentes en medio de los años noventa, en la costa de Maine. La película no intenta glorificar la adolescencia; muestra las pequeñas frustraciones, las inseguridades, la torpeza y la inocencia que caracterizan esa etapa. Su romance, crudo y sin artificios, se construye lentamente a través de conversaciones casuales, paseos por la playa, videojuegos y la búsqueda de una identidad. La química entre Steinfeld y Hedges es indiscutible, y logran transmitir con una naturalidad asombrosa la complicidad y la vulnerabilidad que nos une a los adolescentes que nos han influenciado.
El guion, nuevamente, destaca por su autenticidad. Evita los clichés del melodrama adolescente y se centra en lo esencial: la comunicación, la búsqueda de la independencia y el temor a la pérdida. El punto de inflexión, la carta que anuncia la muerte de Bobby, el primer amor de Kate, no es un evento cataclísmico, sino un detonante que abre la puerta a una reflexión más profunda sobre el pasado y el futuro. La película no se limita a presentar el evento, sino que explora las consecuencias emocionales que este sufre Kate, una mujer que se enfrenta a la crisis de los 45 años, confrontada con la posibilidad de un amor perdido y la incertidumbre sobre su propia vida.
Sin embargo, la película no está exenta de matices. La trama, por su deliberada lentitud, podría resultar tediosa para algunos espectadores que busquen acción o un desarrollo más rápido. La ausencia de un guion más complejo, más estructurado, es innegable, pero creo que este estilo deliberado contribuye a la atmósfera de realismo y la sensación de estar observando un momento fugaz en la vida de dos jóvenes. La película es un homenaje a la memoria, a los primeros amores y a la fugacidad del tiempo, invitándonos a apreciar la belleza de los momentos simples y la importancia de mantener viva la llama de la juventud. No es una película que te deje con la cabeza llena de preguntas, pero sí te invita a reflexionar sobre lo que realmente importa.
Nota: 7/10