5 metros cuadrados (2011)

“5 Metros cuadrados” es una película que, inicialmente, pretende ser un thriller psicológico claustrofóbico, pero que acaba siendo mucho más una exploración inquietante de la obsesión, la desilusión y el precio de la ambición desmedida. La historia de Álex y Virginia, una pareja joven atrapada en la espera de un piso en un edificio bajo construcción, se transforma rápidamente en un descenso a la locura, una condena a la frustración y a la pérdida de la identidad. La premisa, sencilla pero efectiva, ofrece un lienzo perfecto para un análisis de las relaciones humanas y la vulnerabilidad que reside en la búsqueda de un futuro idealizado.

La dirección de Alberto Pastor es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Utiliza magistralmente el espacio confinado del edificio en construcción, convirtiéndolo en un personaje más, un laberinto de desesperación y aislamiento. Las tomas son precisas y crean una atmósfera de tensión constante, haciendo que la espera, que en principio parece mundana, se convierta en un horror psicológico. La fotografía es oscura y fría, con predominio de grises y ocres, reflejando el estado emocional de los protagonistas y la sensación de estancamiento. No hay virtuosismo visual llamativo, pero la dirección de Pastor está enfocada en la construcción lenta y progresiva de la incomodidad, logrando un impacto considerable.

Las actuaciones de Miguel Ángel Silvestre y Clara Lago son excepcionales. Silvestre, como Álex, transmite de forma impecable la gradual metamorfosis del personaje, pasando de un joven, idealista y trabajador a un hombre consumido por la obsesión y la ira. Su interpretación es sutil, pero cargada de matices, mostrando la fisura en su personalidad con un creciente descontrol. Clara Lago, por su parte, ofrece una actuación contundente como Virginia. Muestra con claridad el impacto emocional de la situación, el miedo, la frustración, la desesperación, pero también la determinación de mantener la cordura. La química entre ambos actores es notable, lo que intensifica la carga dramática de la película.

El guion, adaptado de un relato de Javier Hermoso, presenta algunas inconsistencias, especialmente en los momentos más acelerados de la trama. La evolución de la paranoia de Álex se siente a veces precipitada, y algunas situaciones, aunque tensas, podrían haberse desarrollado con mayor profundidad. Sin embargo, la película logra mantener un equilibrio entre lo real y lo imaginario, generando un efecto de incertidumbre que se aferra a la audiencia. La ambigüedad sobre si lo que presenciamos es real o producto de la mente perturbada de Álex, es un elemento clave para el éxito de la película, aunque pueda resultar frustrante para algunos espectadores que busquen respuestas definitivas. La película no pretende ofrecer conclusiones claras, sino más bien plantear preguntas sobre los límites de la ambición y la fragilidad de la percepción.

Nota:** 7.5/10