50 a 1 (2014)

“50 a 1” no es una película que te impacte por su grandilocuencia o por una narrativa compleja. Es, sin embargo, una agradable sorpresa, un relato de esfuerzo y perseverancia envuelto en un contexto rural americano que, en cierto modo, resuena con una fuerza inesperada. La película se nutre de una historia real y fascinante, la de los vaqueros de Nuevo México que lograron participar en la prestigiosa Carrera de Churchill Downs, una hazaña que desafiaba las probabilidades y la jerarquía establecida del mundo de las carreras de caballos. El director, Robert Redford, se aleja deliberadamente de la espectacularidad, optando por una fotografía naturalista y un ritmo pausado que refleja la lentitud y el esfuerzo que implica la competición equina y, por extensión, la lucha por alcanzar un sueño.

El guion, adaptado de la obra teatral original, no es particularmente revolucionario. Se centra en la dinámica de un equipo de vaqueros, liderados por Joe Kindig (Bryan Cranston), un hombre de la vida rural que se ve arrastrado por la ambición y la esperanza de que su caballo, Bird, pueda ser un ganador. Cranston ofrece una interpretación honesta y conmovedora, transmitiendo la frustración, la determinación y el cariño que siente por su compañero. El resto del reparto, incluyendo a Tim Blake Nelson como el apuesto y temperamental Danny Crawford, son sólidos y contribuyen al ambiente realista y a la atmósfera de camaradería del grupo. La química entre los personajes es palpable, y la película se beneficia de las actuaciones convincentes de cada uno de ellos. No obstante, el guion podría haber profundizado en el desarrollo individual de algunos personajes, añadiendo matices a sus motivaciones y relaciones.

Redford demuestra un dominio sutil de la dirección. Aunque la trama es sencilla, el director logra crear una sensación de urgencia y tensión a través de la puesta en escena y la banda sonora. La película no se regodea en las imágenes de carreras de caballos, privilegiando la representación del viaje: los paisajes desolados de Nuevo México, el duro trabajo de los vaqueros, la importancia del cuidado del caballo. La filmación, con su estética cálida y natural, refuerza la idea de que esta no es una historia sobre caballos, sino sobre la gente que se dedica a ellos y, en última instancia, sobre la perseverancia humana frente a la adversidad. La película se siente a veces contemplativa, permitiendo que el espectador reflexione sobre la dedicación, el riesgo y el posible fracaso inherentes a cualquier gran objetivo.

Sin embargo, “50 a 1” no es una película que llame la atención con efectos especiales o con giros argumentales inesperados. Su fuerza reside en su honestidad y en su retrato de la vida rural americana. El mensaje, aunque implícito, es claro: que el valor no se encuentra en la victoria, sino en el esfuerzo y la lealtad. Y, quizás, que a veces, las apuestas más grandes son aquellas que se hacen con el corazón. Es una película que te deja con un sentimiento cálido y una pequeña reflexión sobre la importancia de perseguir tus sueños, sin importar cuán improbables parezcan.

Nota: 7/10