“50 Sombras Muy Oscuras” no es solo una parodia, es una disección divertida y, a veces, sorprendentemente perspicaz del fenómeno cultural que fue “Cincuenta Sombras de Grey”. La película, dirigida con un toque de ironía y un profundo conocimiento de sus propios personajes, se atreve a explorar las motivaciones subyacentes de Christian Grey, no como un villano incomprensible, sino como un individuo complejo con un pasado turbulento y una necesidad de control que se manifiesta de maneras inusuales. La decisión de alterar la raza de Christian, dándole a Christian Black la piel oscura y la energía enérgica de Idris Elba, es un movimiento inteligente. No se trata de hacer una declaración política, sino de invertir la dinámica de poder de la original, presentando un personaje con carisma, seguridad y un cierto atractivo que desafía las expectativas. Elba ofrece una actuación sólida, transmitiendo tanto la arrogancia calculada de su personaje como una vulnerabilidad contenida, lo que añade una capa de profundidad a la parodia.
La dirección de la película es notablemente efectiva. A pesar del humor evidente, se mantiene un ritmo constante que invita a la suspensión de la incredulidad. Las escenas eróticas son visualmente estimulantes, adaptando el "cuarto del dolor" a una sala de juegos repleta de luces y consolas, creando un ambiente que es a la vez exagerado y, de alguna manera, lógico dentro del universo distópico de la película. El director ha logrado un equilibrio delicado entre la comedia y el drama, aprovechando al máximo el potencial cómico de la situación, sin sacrificar la capacidad de la película para generar momentos de tensión y emoción genuina. La película no se rehúsa a cuestionar los límites de la fantasía erótica, explorando las consecuencias emocionales y psicológicas de las relaciones basadas en el control y el poder.
El guion, aunque a veces predecible, está bien escrito y, en su mayoría, ingenioso. Los diálogos son rápidos y llenos de doble sentido, y las situaciones cómicas se desarrollan de manera natural. Sin embargo, la película podría haberse beneficiado de un mayor desarrollo de los personajes secundarios. Hannah, interpretada con una inocencia encantadora por parte de la actriz, es un punto de vista refrescante, pero su arco narrativo es algo limitado. A pesar de ello, el guion cumple con su función principal: ofrecer una visión satírica y, a veces, mordaz de la obsesión por el “romance oscuro” que dominó la cultura popular durante años. La película hace pensar, sin menos divertir, sobre las razones por las que nos atraen las historias de poder, control y, a menudo, límites insospechados. No es una obra maestra cinematográfica, pero sí una comedia inteligente y entretenida que, a su manera, cumple su propósito.
Nota: 7/10