54 (Studio 54) (1998)

“54” (Studio 54) es un fresco homenaje al espíritu hedonista y despreocupado de la Nueva York de finales de los 70, un lugar y un momento que la película captura con una intensidad visual y auditiva realmente cautivadora. Dirigida por Phil Lord y Christopher Miller, conocidos principalmente por sus comedias más ligeras, esta incursión en el mundo de la discoteca más glamurosa de la ciudad resulta sorprendentemente efectiva, ofreciendo una visión rica y a veces desenfrenada de un período histórico fascinante.

La película se centra en Shane O’Shea, interpretado con una naturalidad y vulnerabilidad que hacen que el espectador se identifique con su anhelo de escapar de una existencia monótona. La dirección de Lord y Miller es notablemente fluida, utilizando un montaje dinámico y una banda sonora vibrante que transportan al público directamente al ritmo frenético de los estudios de disco. No se trata de una recreación documental, sino de una aproximación poética al ambiente, donde la música y el movimiento se entrelazan para crear una experiencia inmersiva.

Las actuaciones son sólidas en todos los niveles. Joel Edgerton, en el papel de Shane, logra transmitir la evolución del personaje de forma creíble, desde su torpeza inicial hasta su gradual adaptación – y eventual sumisión – a la lógica de Studio 54. Cristin Milioti, como Nina, la modelo en la que Shane está secretamente enamorado, aporta un toque de sofisticación y melancolía a la historia. Sin embargo, la película a veces se queda en la superficie, no profundizando lo suficiente en las motivaciones de sus personajes y evitando explorar completamente las consecuencias de sus decisiones. La trama se mantiene centrada en la experiencia sensorial, pero a veces se sacrifica la complejidad emocional.

A pesar de esta ligera superficialidad, la película destaca por su estética impecable y su capacidad para evocar una época. Las escenas de Studio 54 son visualmente deslumbrantes, repletas de vestuario extravagante, luces psicodélicas y una atmósfera de celebración desenfrenada. La película hace justicia al mito de Studio 54 como un símbolo de la libertad, el glamour y el hedonismo, aunque también se revela como un espacio de desorientación y, en última instancia, de alienación. La película no juzga a sus personajes, sino que los presenta como víctimas y beneficiarios de un sistema que los consume a todos. El guion, aunque no particularmente innovador en su estructura narrativa, logra mantener el interés a través de su ritmo acelerado y sus diálogos ágiles.

En definitiva, “54” es una película entretenida, estilizada y llena de encanto, que, sin embargo, carece de una profundidad emocional que le habría permitido alcanzar un nivel superior. Es una joya visual y auditiva, pero también una película que permanece a un nivel superficial.

Nota: 7/10