“7 Días de Vida” no es una película que te despierte la noche, ni te dejará con una inquietud constante después de verla. Es, sin embargo, una experiencia cinematográfica meditativa, que se instala lentamente en la mente, como una niebla persistente. La película, dirigida por Philip Boecher, no se apoya en sustos fáciles o jumpscares, sino en una atmósfera opresiva y en la exploración de las profundidades del duelo y el trauma psicológico. La premisa de la historia, la familia Shaw que busca refugio en una casa abandonada tras una pérdida devastadora, es intrigante y promete un drama intenso, aunque la ejecución, en mi opinión, no alcanza la excelencia que el material sugiere.
El guion, a pesar de su lentitud deliberada, se centra en la psique de los personajes. La historia de Ellen y Martin es desgarradora y se revela poco a poco a través de diálogos sutiles y miradas cargadas de significado. El director, Philip Boecher, se limita a mostrar, rara vez a explicar, permitiendo que el espectador interprete las motivaciones de cada uno y las conexiones entre los acontecimientos. No obstante, en algunos momentos, la lentitud se vuelve excesiva y el ritmo se estanca, perdiendo parte de la tensión que se busca generar. La trama, sin embargo, se sustenta en la creencia de que la casa misma es un catalizador de sus pesadillas, y esto, de alguna manera, funciona. La idea de que los muros tienen recuerdos y que el pasado puede manifestarse en el presente es un recurso interesante, aunque no totalmente original.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Anne Hathaway ofrece una interpretación conmovedora y llena de matices como Ellen. Su personaje, consumido por el dolor y la culpa, evoluciona de manera creíble, aunque la profundidad de su trauma, a veces, se percibe más como un concepto teórico que como una emoción palpable. David Strathairn, como Martin, también realiza una actuación decente, pero su personaje, en gran medida, se queda en un estado de inmovilidad, reagimoso y silencioso, lo que dificulta la conexión emocional con él. La dinámica entre los dos, sin embargo, es el núcleo del drama, y la tensión contenida entre ellos es constante y efectiva.
La banda sonora, instrumental y evocadora, complementa perfectamente la atmósfera de la película, contribuyendo a generar la sensación de inquietud y melancolía. La dirección artística es igualmente notable, con una fotografía en blanco y negro que acentúa la frialdad y el aislamiento de la casa. El diseño de producción es fundamental para el éxito de la película, ya que la casa, con sus habitaciones oscuras, sus muebles antiguos y sus telarañas, se convierte en un personaje más, que irradia una sensación de abandono y peligro. En definitiva, “7 Días de Vida” es una película que valora la introspección y la sugerencia por encima del espectaculo, aunque su ritmo pausado y su falta de ambigüedad puedan no ser del gusto de todos los espectadores.
Nota: 6/10