9 81 (2021)

“9 81” es una película que no se deja olvidar. No es un melodrama convencionales, ni una comedia ligera, sino una experiencia cinematográfica visceral que, tras su apariencia inicial de historia de amor, se revela como una meditación profunda sobre la dependencia, el destino y la búsqueda de la redención. La película de Matías Bazaldu, que estrenó en 2019, no es fácil de digerir, pero su intensidad y su ambición narrativa la convierten en una obra valiosa.

La historia, aparentemente sencilla, se centra en Manuel (Sergio Barattucci), un ingeniero obsesionado con comprender y neutralizar la inercia, una fuerza que siente que le condena a un final prematuro. Su búsqueda lo lleva a un encuentro con Margarita (Loreto Burana), una bailarina que, de alguna manera, se convierte en la llave para desbloquear su destino. La película, desde el principio, establece un tono melancólico y contemplativo, construido sobre una atmósfera opresiva y un uso magistral de la luz y la sombra. Bazaldu, en su dirección, no se limita a contar una historia, sino que explora la psicología de su protagonista, diseccionando sus miedos y sus obsesiones con una precisión sorprendente.

La actuación de Sergio Barattucci como Manuel es, sin duda, el corazón de la película. Le entrega una interpretación hipnótica, transmitiendo la desesperación y la vulnerabilidad del personaje con una sutileza admirable. Su cuerpo es un instrumento de expresión, y su mirada, un espejo de la incertidumbre y el anhelo. Burana, por su parte, aporta una presencia delicada y evocadora, complementando perfectamente la carga emocional de la narrativa. La química entre los dos actores es palpable, y sus interacciones, cargadas de un simbolismo sutil, son el motor de la película.

El guion, coescrito por Bazaldu y Sebastián Piccioli, es un elemento clave de la película. Evita las fórmulas trilladas del género romántico, explorando temas complejos como la búsqueda de sentido, la aceptación de la mortalidad y la naturaleza del destino. La historia se desarrolla a un ritmo pausado, permitiendo que la tensión se acumule gradualmente. La película está repleta de imágenes poéticas y simbolismo, a menudo dejando que el espectador interprete el significado de cada detalle. La banda sonora, compuesta por Fernando Solabarriaga, contribuye a crear una atmósfera onírica y melancólica, reforzando la sensación de estar inmerso en un mundo particular y enigmático.

Sin embargo, la película no está exenta de defectos. Algunos podrían argumentar que el ritmo lento y la densidad narrativa podrían resultar abrumadores para algunos espectadores. La falta de explicaciones directas sobre la naturaleza de la “inercia” también podría resultar frustrante. No obstante, estas pequeñas imperfecciones no restan valor a la ambición y la originalidad de la película. “9 81” es, en última instancia, una película que exige una mirada atenta y una disposición a dejarse llevar por su misterio y su belleza.

Nota: 8/10