90 minutos en el cielo (2015)

“90 minutos en el cielo” es una película que se atreve a hacer algo raro: abordar la pregunta de la vida después de la muerte no con la retórica de un sermón, sino con la sutil pero palpable angustia de un hombre en un limbo. La película, dirigida con una delicadeza notable por Robert Stromberg, se centra en el protagonista, Don Piper, interpretado magistralmente por Dennis Quaid. Quaid logra infundir en el personaje una mezcla de incredulidad, dolor, arrepentimiento y, eventualmente, una extraña aceptación, que es el corazón de la experiencia cinematográfica.

La premisa es, en sí misma, bastante audaz: un hombre es atropellado y dado por muerto, solo para reaparecer después de 90 minutos. El guion, adaptado de un relato de Frank Shuster, se adentra en la incertidumbre que inevitablemente surgiría en esta situación. No se ofrecen respuestas fáciles ni explicaciones mágicas; en cambio, se presenta la realidad de Don Piper como un espacio sin tiempo, sin lugar, y, sobre todo, sin las conexiones familiares y amistosas que le definían. La película evita caer en el melodrama barato, en lugar de eso, se basa en la quietud, en los silencios incómodos y en las miradas significativas entre el protagonista y el ángel, interpretado con una sorprendente profundidad por Max von Sydow. Von Sydow ofrece una actuación que va más allá de la mera presencia; su personaje es un observador, un guía, y, crucialmente, un amigo comprensivo en este estado de vulnerabilidad extrema.

La dirección de Stromberg es fundamental para el éxito de la película. El uso de la luz y la sombra, de la paleta de colores sutil y de las composiciones estáticas crea una atmósfera de ensueño que evoca la sensación de un lugar fuera de la realidad. La banda sonora, compuesta por Michael Brook, es discreta pero efectiva, subrayando las emociones del protagonista sin ser intrusiva. Se evitan los efectos especiales ostentosos que podrían desvirtuar la historia. El enfoque se centra en la introspección y la relación entre los personajes, utilizando la fotografía para transmitir el estado mental de Don Piper. Es un retrato de la pérdida y el arrepentimiento, pero también de la posibilidad de redención, aunque esta última no sea necesariamente en términos estrictos.

Sin embargo, la película no está exenta de ciertas debilidades. El ritmo, a pesar de ser deliberadamente pausado, puede resultar lento para algunos espectadores. La falta de diálogo explícito, aunque contribuye a la atmósfera de misterio y reflexión, a veces hace que la historia se sienta un poco abstracta. A pesar de ello, la película logra mantener la atención gracias a la fuerza de las actuaciones y a la belleza visual de sus escenas. Es una película que te hace reflexionar sobre lo que realmente importa en la vida y sobre la naturaleza del perdón.

Nota: 7/10