“Un asunto de familia” es una película que te incomoda profundamente, no de una manera que busca provocar, sino que se insinúa con una sutileza perturbadora. La historia, centrada en Walter Banks, interpretado magistralmente por Christoph Waltz, es, en esencia, una investigación familiar devastadora que desentierra verdades incómodas sobre el racismo, el prejuicio y la naturaleza misma de la identidad. La película no se dedica a sermonear, sino que se sumerge en la experiencia visceral de Walter, obligándonos a confrontar la fragilidad de su moralidad y la complejidad de sus motivaciones.
La dirección de Todd Haynes es impecable. Haynes no utiliza efectos visuales ostentosos para crear tensión, sino que confía en la atmósfera y la puesta en escena para generar una sensación constante de inquietud. El uso del color, en particular el tono sepia que domina gran parte de la película, evoca la nostalgia, la decadencia y un pasado que se niega a ser olvidado. La fotografía de Robrecht Long es particularmente notable, capturando a la perfección la belleza sombría de Arkansas y el deterioro interior de Walter. Hay una cuidadosa construcción de los espacios, cada habitación, cada rincón, contribuyendo a la sensación de que estamos entrando en un mundo en el que la verdad es un tesoro peligroso.
La actuación de Christoph Waltz es, sencillamente, extraordinaria. Él logra transmitir la transformación interna de Walter, un hombre que comienza como un racista convencido y se convierte, lentamente, en un individuo capaz de cuestionar sus propias creencias. No se trata de una conversión repentina y grandilocuente, sino de un proceso gradual y doloroso, donde la empatía y la curiosidad se mezclan con la repugnancia y el miedo. El resto del elenco, incluyendo a Rosamund Pike como su esposa y Jamie Dornan como su hijo, también ofrecen interpretaciones sólidas que complementan a la perfección el trabajo de Waltz.
El guion, adaptado de la novela homónima de Curtis Sittenfeld, es lo que verdaderamente sostiene la película. Es inteligente, provocador y evita las trampas del melodrama barato. La historia se desarrolla con una precisión meticulosa, revelando la verdad poco a poco, y obligando al espectador a cuestionarse la validez de su propia perspectiva. Si bien la premisa puede parecer inicialmente sorprendente, lo que realmente importa es la forma en que la película explora las consecuencias de la mentira, el engaño y el trauma intergeneracional. La película no busca soluciones fáciles ni respuestas definitivas, sino que se centra en la complejidad de las relaciones humanas y en la dificultad de perdonar o comprender a aquellos que nos han hecho daño. Es una exploración profunda sobre la identidad, la familia y el peso de los secretos.
Nota: 8/10