“A fuego lento” no es una película grandilocuente ni particularmente espectacular, pero sí es una obra con una calidez y una resonancia emocional que se quedan en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Dirigida por Trần Anh Hung, la película se sumerge en el París de la segunda mitad del siglo XIX, un entorno industrial en auge que contrasta fuertemente con la intimidad y la delicadeza de la relación entre Eugenie (Juliette Binoche) y Dodin (Mathieu Kassovitz), un renombrado crítico gastronómico. Hung consigue un ambiente palpable, una atmósfera donde el olor a pan recién horneado, la luz dorada de las velas y el ruido del aserradero urbano se entrelazan para crear una sensación de autenticidad casi táctil.
La película se apoya en gran medida en la sutil y magistral interpretación de Binoche. Su Eugenia es un personaje complejo, una mujer de oficio, una verdadera maestra de la cocina, pero también alguien que se siente profundamente sola y reprimida por las expectativas de la sociedad burguesa. Binoche logra transmitir la melancolía, la frustración y, sobre todo, el profundo amor que siente por Dodin, no a través de gestos grandilocuentes, sino a través de pequeños detalles: un fugaz contacto de ojos, una mirada al reflejo de las brasas, un movimiento lento y pausado. Kassovitz, por su parte, ofrece una interpretación igualmente poderosa como Dodin, un hombre atormentado por sus propios demonios, que encuentra en la cocina y en la compañía de Eugenia un lugar de refugio y, quizás, la clave para su propia redención. La química entre ambos actores es innegable, la tensión entre ellos se siente como un calor constante que impregna cada escena.
El guion, adaptado de la novela de Fred Vargas, es relativamente sencillo pero efectivo. Se centra en el lento desarrollo de la relación entre Eugenie y Dodin, evitando los clichés románticos y los momentos de drama exagerado. La película se deleita en la observación del trabajo en la cocina, en la descripción de los ingredientes y de los procesos culinarios, que se convierten en una especie de lenguaje visual. Si bien la trama principal es relativamente lineal, el guion se beneficia de la profundidad psicológica de los personajes y de la atmósfera evocadora que consigue Hung. Es una película que invita a la reflexión sobre la soledad, el amor, la búsqueda de la identidad y el valor de las pequeñas cosas, incluso de las más cotidianas.
No obstante, la película tiene algunos fallos. El ritmo puede resultar un poco lento para algunos espectadores, y la trama, aunque bien desarrollada, podría haber sido más dinámica. Además, la ambientación, aunque bien lograda, podría haber sido aún más inmersiva. Sin embargo, estos pequeños defectos palidecen en comparación con la fuerza de las actuaciones, la atmósfera evocadora y la sensibilidad del director.
Nota: 7.5/10