A propósito de Llewyn Davis (2013)

“A propósito de Llewyn Davis” no es una película que te enamora al instante. No tiene la grandilocuencia de una ópera o el impacto inmediato de una película de acción. En cambio, construye su magia con paciencia, imbuyendo al espectador en un ambiente palpable de desolación y resiliencia. Ryunosuke Hamaguchi, a través de su meticulosa dirección, nos sumerge en la vida de Llewyn Davis, un músico de folk marginalizado en Greenwich Village en 1961, y la película se revela como un estudio profundo de la soledad, el orgullo y la dificultad de conectar con los demás. El director, conocido por su estilo lento y deliberado, demuestra una maestría innegable en la construcción de atmósferas y en el control del ritmo, elementos cruciales para que la narrativa se desarrolle con la densidad y el encanto que posee.

Daniel Craig ofrece una interpretación magnífica y sorprendentemente vulnerable como Llewyn Davis. Nos aleja por completo de la imagen estereotípica de un rockstar carismático; en cambio, se presenta como un hombre frío, taciturno, un introvertido que se niega a admitir su propia necesidad de conexión. Craig no se basa en expresiones faciales exuberantes; su actuación se cimenta en el lenguaje corporal, en las miradas fugaces que revelan una tormenta interior, y en el silencio, que a veces es más poderoso que cualquier diálogo. Su trabajo es un ejemplo de cómo la sutileza puede ser la clave para desbloquear la complejidad de un personaje.

El guion, adaptado de la novela homónima de Jonathan Coen, es excepcionalmente inteligente. La película no se centra en la grandeza musical de Llewyn, sino en las pequeñas y cotidianas luchas que definen su existencia. Se centra en la dificultad de pedir ayuda, en la vergüenza que le impide admitir su vulnerabilidad, y en la frustración que siente por no poder expresar lo que realmente siente. La película explora la idea de que, a veces, el mayor obstáculo para la felicidad es uno mismo. Los diálogos son mínimos y precisos, y la estructura narrativa, a pesar de su extensión, se mantiene atractiva y absorbente. La película no busca ofrecer respuestas fáciles; simplemente plantea preguntas sobre la naturaleza humana y las limitaciones de la conexión.

El vestuario, la fotografía en blanco y negro y el diseño de producción son impecables, contribuyendo a crear un ambiente auténtico y evocador de la época. La película, con sus largos planos y su ritmo pausado, invita a la reflexión. No se trata de una película para ver de un tirón, sino para saborear cada momento, para sumergirse en la vida de Llewyn y reflexionar sobre las decisiones que tomaron sus personajes. Es una película que, como la propia vida, puede ser dura y a veces decepcionante, pero también puede ser profundamente conmovedora. Al final, “A propósito de Llewyn Davis” es un logro cinematográfico que merece la pena contemplar detenidamente.

Nota: 8/10