La viajera (2024)

“La Viajera” no es una película que te explote en la cara. Es una experiencia sutil, casi onírica, que se instala lentamente en tu mente y te deja con un residuo de melancolía que, paradójicamente, es muy potente. La película, dirigida por Celine Sciamma, nos presenta a una mujer enigmática, una figura que se mueve con una lentitud casi meditativa por los espacios urbanos y rurales de Francia. Su origen, sus motivaciones y su pasado son un misterio que, deliberadamente, nunca se desvela completamente. Este silencio alrededor de su historia es, en esencia, el corazón de la película.

El guion, escrito por Sciamma y Anne Le Ny, es magistral en su economía. No se basa en diálogos densos o explicaciones exhaustivas. La comunicación se establece a través de la mirada, de los gestos, de las pequeñas acciones. La relación entre la mujer y sus estudiantes coreanas, Ha-yeong y Su-jin, es el núcleo de la narrativa y se desarrolla con una naturalidad y una honestidad conmovedora. La película observa cómo estas dos jóvenes, hijas de un matrimonio en crisis, encuentran un refugio inesperado en la presencia de esta extraña mujer. La interacción no es intrínsecamente didáctica; se presenta como un proceso de aprendizaje mutuo, de una comprensión silenciosa de las emociones y los anhelos ajenos.

Lena Olin, en el papel de la Viajera, ofrece una actuación sutil pero cargada de significado. Su presencia en pantalla es casi inerte, pero cada microexpresión, cada movimiento corporal, transmite una profundidad emocional palpable. Olin no busca la grandilocuencia; su actuación reside en la lucidez de su mirada, en la lentitud de sus acciones, en la palpable sensación de una vida marcada por el dolor y la soledad. Park Yoon, como el marido de Ha-yeong, contribuye con una interpretación igualmente contenida y efectiva, capturando la frustración y la impotencia de un hombre atrapado en una relación fallida.

La fotografía de Claire Mathon es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Utiliza la luz natural de forma exquisita, creando atmósferas evocadoras y llenas de matices. La paleta de colores es suave y apagada, predominando los tonos tierra y ocre, que refuerzan la sensación de melancolía y aislamiento. El sonido, también, juega un papel fundamental, con la música ambiental que se integra perfectamente en la narrativa, acentuando las emociones y creando una atmósfera de quietud introspectiva.

“La Viajera” no ofrece respuestas fáciles. No pretende ser una película que te dé la sensación de haber “resuelto” algo. Es una obra que te invita a reflexionar sobre la soledad, la pérdida, la búsqueda de sentido y la importancia de la conexión humana. Es un pequeño gemelo de "Portrait de la jeune fille en feu" también de Sciamma, donde la mirada se convierte en la herramienta fundamental para la narrativa. Una película que se queda con uno mucho después de que termina los créditos, dejando un sabor agridulce y una pregunta persistente: ¿quién es realmente la Viajera, y de dónde viene su tristeza?

Nota: 8/10