“A Working Man” no es un thriller de acción en la línea de “Sicario” o “Wind River”. Es algo más sutil, más profundamente arraigado en el subconsciente estadounidense y su incómodo legado. La película, dirigida por James Foley, se presenta como un estudio de personajes, un retrato de la fragilidad humana en medio de un paisaje de brutalidad latente. No busca espectacularizar la violencia, sino que la explora como un reflejo de la desesperación y la moralidad relativa que prevalece cuando la ley falla.
Levon Cade, interpretado con una intensidad silenciosa por John Hamm, es un hombre marcado por su pasado. El contraste entre su vida en construcción, donde se mueve con la precisión de un veterano entrenado, y su lucha interna por proteger a la familia que ha logrado reconstruir es el núcleo de la película. Hamm ofrece una actuación magnífica, transmitiendo con una mirada, un peso inmenso. No se trata de heroísmo grandilocuente; es la representación de un hombre que, a pesar de sus habilidades, es profundamente humano y atormentado por lo que ha visto y hecho. La dirección de Foley se centra mucho en el retrato psicológico de Levon, en su proceso de confrontación interna y en el miedo palpable que siente al volverse a involucrar en un mundo de peligro.
El guion, coescrito por Foley y el propio Hamm, se beneficia de una economía narrativa que evita los clichés del género. La trama se desarrolla de forma orgánica, explorando las motivaciones de los traficantes de personas no solo como villanos unidimensionales, sino como producto de un sistema que facilita y perpetúa estas atrocidades. Se vislumbra, sin embargo, un ritmo un tanto lento en algunos momentos, con ciertas escenas que podrían haberse condensado para mantener la tensión más constante. La película se pierde a veces en el terreno de la ambientación, sin ofrecer suficientes detalles sobre las complejidades del tráfico de personas que justifican la escala de la amenaza que enfrenta Levon. La voz en off, utilizada por Levon para narrar su historia, a veces resulta innecesaria y ligeramente expositiva, aunque contribuye a la construcción del personaje.
La fotografía, en tonos terrosos y con una paleta de colores apagados, refuerza la atmósfera opresiva y la sensación de amenaza latente. La banda sonora, discreta pero efectiva, no interrumpe la experiencia visual y emocional. Sin embargo, la película enfrenta un desafío particular al tratar de equilibrar la profundidad del retrato psicológico con la necesidad de un thriller de suspense. En definitiva, “A Working Man” es una película que obliga a reflexionar sobre la naturaleza de la violencia, la responsabilidad individual y la fragilidad de la vida en un mundo cada vez más complejo y peligroso. No es un espectáculo cinematográfico, sino una invitación a la contemplación y al debate.
Nota: 7/10