Aadukalam (2011)

“Aadukalam” (2012) no es simplemente una película sobre peleas de gallos; es un retrato crudo y visceral de la desesperación, la identidad y la lucha por la supervivencia en una comunidad rural de Tamil Nadu. La dirección de Vivemban, cuyo debut nos presenta, es magistral en su sencillez aparente. No busca el espectáculo grandilocuente, sino que se centra en la observación minuciosa de la vida cotidiana en Aadukalam, un pueblo donde la cría de gallos, y especialmente las peleas de estos animales, son el pilar fundamental de la economía y el estatus social.

La película se centra en el personaje de Periyasamy, interpretado con una intensidad silenciosa y profunda por Robert, un actor que aporta una autenticidad inquietante a su rol. Robert no es un héroe convencional, sino un hombre marcado por la vida, la pérdida y la necesidad imperiosa de proteger a su hijo, a quien ve como su único futuro. Su actuación es, de hecho, el corazón palpitante de la narrativa. No se basa en diálogos floridos, sino en una mirada que transmite todo el peso de su situación. La cámara lo sigue constantemente, capturando su rostro, sus gestos, sus momentos de angustia y determinación. Es una actuación física y emocionalmente resonante que supera con creces la simple representación de un luchador de gallos.

El guion, coescrito por Vivemban y K. S. Ravikumar, evita caer en clichés. Aunque la premisa podría parecer banal, la película la transforma en un estudio de personaje y de las consecuencias de un sistema económico precario. No glorifica la violencia, sino que la muestra como una forma de supervivencia, como un escape inevitable para un grupo de hombres desamparados. La película explora la hipocresía social que permite y, en ciertos casos, fomenta estas peleas, dejando al espectador con la sensación de que no se encuentra una solución fácil o moralmente clara.

La cinematografía de Siddharth Guhan es fundamental para el impacto de la película. Utiliza un enfoque naturalista, con tomas que recuerdan a la fotografía documental. Las escenas en los mercados, los establos y los espacios donde se llevan a cabo las peleas son filmadas con una crudeza que no intenta suavizar la realidad. La luz, el sonido y la composición se combinan para crear una atmósfera densa y opresiva. Particularmente impactante es la banda sonora, que utiliza elementos tradicionales y música electrónica para subrayar el contraste entre la tradición y la modernidad, entre el pasado y el presente.

“Aadukalam” no busca ser entretenida en el sentido tradicional. Es una película lenta, contemplativa, que requiere paciencia y una mente abierta. Sin embargo, su poder reside en su capacidad para mostrar la vida en su esencia más dura y honesta. Es una película que te incomoda, te hace pensar y te deja con la sensación de haber presenciado un fragmento de la realidad, una realidad que, a menudo, ignoramos o evitamos.

Nota: 8/10