Ace Ventura: Operación África (1995)

“Ace Ventura: Operación África” es una película que, paradójicamente, se siente más como un experimento sociológico que una comedia convencional. Jim Carrey, en su papel de este detective de animales excéntrico y profundamente inadaptado, nos arroja a un mundo exótico y absolutamente absurdo que, a pesar de sus defectos obvios, resulta ser sorprendentemente entretenido. La película, dirigida por Steve Borkan, opta por un tono que oscila entre el vodevil y la parodia, revelando una intención clara: desafiar las expectativas del espectador y mantenerlo en un estado perpetuo de confusión y asombro. La película no busca la lógica o la coherencia; se jacta de su incoherencia, abrazando la locura a cada paso.

La dirección, aunque no es sobresaliente en términos de virtuosismo técnico, logra mantener un ritmo frenético y un ambiente visualmente estimulante. Los colores vibrantes de África, la música africana fusionada con efectos de sonido exagerados y la puesta en escena a veces desmesurada contribuyen a la atmósfera surrealista. Borkan utiliza de manera efectiva el color y la composición para subrayar el impacto visual de las situaciones absurdas, creando imágenes que quedan grabadas en la memoria del espectador. Hay un juego constante con el formato cinematográfico, intercalando planos panorámicos que documentan la vastedad del paisaje con escenas de acción exageradas y momentos de humor silencioso.

El corazón de la película, sin embargo, reside en la actuación de Jim Carrey. Carrey, en su momento, ofrecía una interpretación desbordante, desatando un talento nato para la comedia física y la expresión facial. Su Ace Ventura es un personaje completamente construido sobre la excéntricidad y la vulnerabilidad, un hombre que lucha por conectar con el mundo a través de su peculiar habilidad para comunicarse con los animales. La película explora, de manera muy efectiva, la soledad y el trauma que acechan bajo la fachada de este héroe de animales, lo que le otorga una capa de profundidad inesperada al personaje. Aunque la caracterización puede parecer exagerada, Carrey la sostiene con una convicción contagiosa. Las interacciones con los monjes budistas, interpretados con seriedad por actores como Benedict Wong, a menudo ofrecen momentos de humor genuino, resaltando el choque cultural y la incongruencia de la situación.

El guion, sin embargo, es su debilidad más evidente. La trama, que involucra la búsqueda de un animal sagrado y una conspiración gubernamental, es tremendamente simplista y carece de sustancia. Las motivaciones de los personajes son a menudo poco claras, y el ritmo, aunque dinámico, puede sentirse apresurado. A pesar de todo, la película se vale de un humor absurdo y de situaciones cómicas que, a duras penas, logran mantener al espectador enganchado. La película juega con el género de la aventura, pero no lo desarrolla plenamente, relegándolo a un trasfondo cómico.

Nota: 6/10