Across the Universe (2007)

“Across the Universe” es una película que se siente como un viaje, no solo a través de la narrativa cinematográfica, sino también a través del propio tiempo, llevándote de lleno a la vibrante y convulsa década de los sesenta. La película, dirigida por Mike Nichols, no busca replicar los eventos históricos de la época –Vietnam, Kennedy, la lucha por los derechos civiles– sino capturar el espíritu, la energía y la confusión de una generación que buscaba respuestas a sus inquietudes existenciales a través de la música y la experimentación. El resultado es una experiencia visualmente impactante, aunque no del todo coherente.

Nichols demuestra una maestría innegable en la construcción de atmósferas. La película está rebosante de color, de composiciones que recuerdan a los carteles psicodélicos de la época, y de un uso audaz del color y la luz. El uso de la fotografía de Robert Hirsch crea una sensación constante de desplazamiento, casi como si el espectador estuviera sumergido en una pesadilla onírica. Sin embargo, esa misma libertad visual también puede resultar, a veces, excesiva y confusa. En momentos, la película parece perderse en su propia exuberancia estética, alejándose del ritmo narrativo.

El elenco, encabezado por Jim Carrey y Emily Watson, ofrece interpretaciones sólidas, aunque su actuación no está exenta de cierta artificialidad. Carrey, en particular, se desmarca de su habitual personaje, mostrando una vulnerabilidad y una búsqueda interior que sorprenden. Watson, por su parte, personifica con elegancia la idealista y la apasionada búsqueda de la verdad. La química entre los dos actores es genuina, lo que contribuye a que la historia, centrada en un amor intermitente y complejo, se sienta creíble a pesar de su naturaleza improbable.

El guion, coescrito por Mike Nichols y Harold Ramis, es donde reside la mayor debilidad de la película. Si bien la premisa –un grupo de jóvenes estudiantes de diferentes orígenes que se cruzan y se enamoran, impulsados por la música y las ideas– es intrigante, la ejecución es torpe y fragmentada. Los diálogos, en ocasiones, son torpes y las tramas secundarias, aunque interesantes en principio, no conectan con la trama principal. La película se siente como un montaje de escenas independientes, un mosaico de experiencias que no se integran plenamente. A pesar del uso de canciones icónicas de la época, como “Let It Be” o “All You Need Is Love”, la música actúa más como un telón de fondo que como un motor narrativo.

A pesar de sus defectos, “Across the Universe” es una película que valen la pena ver por su ambientación, su estética y su evocación de una época crucial en la historia moderna. Es un experimento cinematográfico que, si bien no logra alcanzar su máximo potencial, deja una huella visual y emocional. Es una carta de amor a la música y a la juventud de los sesenta, una búsqueda de significado en un mundo convulsionado.

Nota: 6/10