Actos de violencia (2018)

“Actos de Violencia” es una película que, a pesar de ser prometedora en su premisa, no logra alcanzar la consistencia dramática que necesitaba para convertirse en una obra memorable. Dirigida por la dupla compuesta por Gareth Evans y Tristan Hallinan, la película se atreve a explorar los límites del realismo brutal, pero al final, resulta ser un ejercicio de tensión y violencia en exceso, con una narrativa que no siempre se siente orgánica.

La película se centra en Roman, un hombre marcado por su pasado militar, cuyo mundo se viene abajo cuando su prometida es raptada por una organización criminal especializada en la trata de personas. La premisa es sólida y evoca inmediatamente una sensación de urgencia y desesperación. Sin embargo, la historia se complica con la introducción de Avery, un detective que también se encuentra en la búsqueda de la misma organización. La interconexión de estos dos caminos es central para el desarrollo del conflicto, y en principio, es una decisión interesante que añade capas de intriga. No obstante, la incorporación de Avery, aunque bien interpretada, introduce un elemento que, en ocasiones, resta fuerza al dilema personal de Roman y su búsqueda de venganza.

En cuanto a la dirección, Evans y Hallinan logran crear un ambiente palpable de peligro y claustrofobia. Las escenas de acción, aunque intensas y coreografiadas con precisión, se ven a veces sobrecargadas y desproporcionadas. La violencia no se utiliza como un mero recurso estilístico, sino como una herramienta narrativa para representar la brutalidad y la desesperación de la situación, pero a veces cruza la línea hacia la exhibición gratuita. La película se basa mucho en el uso de la cámara en primer plano y los planos cerrados, lo que acentúa la sensación de vulnerabilidad y encierro, elementos que se mantienen consistentemente a lo largo de la trama.

Las actuaciones son, en general, sólidas. Martin Compston, en el papel de Roman, ofrece una interpretación convincente, transmitiendo la determinación y el dolor del personaje. Su evolución a medida que avanza la trama es palpable y lo convierte en un protagonista con el que el espectador puede empatizar. Sam Strike, como Avery, también cumple su cometido, aportando una presencia constante y un aire de profesionalidad. No obstante, la complejidad emocional de Avery, en ocasiones, queda un tanto eclipsada por su papel como investigador.

El guion es probablemente el punto más débil de la película. Si bien las ideas son buenas y el trasfondo de la trata de personas es relevante, la ejecución es a veces torpe y la trama se complica innecesariamente. Algunos diálogos resultan forzados y la resolución final, aunque satisfactoria, se siente un tanto apresurada. Además, la película carece de una exploración más profunda de las motivaciones de los criminales, reduciéndolos a simples villanos sin una justificación clara para sus actos. Esta falta de desarrollo en algunos personajes secundarios disminuye el impacto emocional de la historia y, en última instancia, resta peso a las decisiones morales planteadas.

Nota: 6.5/10