Addio fottuti musi verdi (2017)

“Addio, fottuti musi verdi” (Addio, fottuti musi verdi) es una película que, a primera vista, podría parecer una extravagante parodia de la cultura italiana, pero en realidad es una observación profundamente humana y a menudo desconcertante sobre la desesperación, la búsqueda de significado y la dificultad de encontrar una identidad en un mundo que no se ajusta a tus expectativas. La película, dirigida por Rubén Ortega, no se regodea en la exageración, sino que utiliza la premisa de un hombre que se comunica con extraterrestres para explorar la frustración existencial de un creativo que no encuentra su lugar en el mundo.

La película se centra en Ciro (interpretado magistralmente por Roberto García), un publicista gráfico español con un talento innato y un portafolio impecable, pero que se encuentra en una encrucijada profesional y personal. Su desilusión, palpable y convincente, es el motor que impulsa la trama. La decisión de Ciro de contactar a una civilización extraterrestre para una consulta es, a priori, absurda, pero la película la presenta con una gravedad que invita a la reflexión. No es una simple broma; es la expresión de un hombre que ha agotado todas las vías convencionales y que, en un acto de último recurso, se dirige a un nivel superior de existencia. La dirección de Ortega, en este aspecto, es notablemente sutil, evitando caer en la ridiculez y manteniendo un tono introspectivo que hace que la situación, aunque surrealista, resulte extrañamente plausible.

Las actuaciones son, en su conjunto, sobresalientes. García ofrece una interpretación conmovedora, transmitiendo con honestidad la angustia de Ciro y su incapacidad para conectar con el mundo que le rodea. La química entre Ciro y los extraterrestres (interpretados por un equipo de actores que logran la rareza y el humor con delicadeza) es sorprendentemente natural. La película no se basa en diálogos grandilocuentes; el lenguaje corporal y las miradas son tan importantes como las palabras, creando una atmósfera de extrañamiento y fascinación. La banda sonora, minimalista pero efectiva, contribuye a la sensación de irrealidad y a la exploración de las emociones del protagonista.

El guion, escrito por Ortega y Daniel López de Ayala, es de una inteligencia sorprendente. A pesar de la premisa peculiar, la historia es rica en simbolismo y en reflexiones sobre la identidad, el fracaso y la búsqueda de un propósito. La película aborda temas como la incomprensión, la alienación y la dificultad de comunicar emociones complejas. No ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas y deja al espectador con una sensación de incertidumbre. Si bien la estructura narrativa puede parecer lineal, la película está llena de capas de significado que se revelan gradualmente. La ambigüedad es deliberada y, en última instancia, es parte del atractivo de la película. Se trata, quizás, de una alegoría sobre la soledad y la búsqueda de sentido en un mundo que parece estar en constante cambio.

Nota: 8/10