“Adicto” no es un thriller legal convencional; es una suerte de crónica urbana, un retrato sombrío y visceral de la desesperación y la lucha por la justicia en un sistema que a menudo parece diseñada para la indiferencia. La película, dirigida con una mano firme por Marcos Martín, se erige como un ejemplo brillante de cómo una historia aparentemente sencilla, como la de un abogado luchando contra una multinacional farmacéutica, puede albergar capas de significado mucho más profundas. El argumento central, la batalla legal de un abogado dependiente de las drogas contra un imperio farmacéutico, es poderoso, pero la película no se aferra a clichés del género. Más bien, se centra en la humanidad de sus personajes, en sus debilidades y sus errores, y en el costo emocional de su lucha.
La dirección de Martín es notablemente contemplativa. No hay persecuciones frenéticas o explosiones espectacularizadas. En su lugar, se privilegia la atmósfera, el silencio, el rostro del protagonista, el sonido de la lluvia, la luz que se filtra por las ventanas. Esta elección estilística, aunque podría parecer lenta para algunos, es fundamental para transmitir la sensación de ahogo que experimenta el protagonista, Daniel (interpretado magistralmente por Diego Calva), un hombre sumido en un infierno personal y profesional. La cámara, en su mayoría, se mantiene al margen, observando la vida de Daniel, permitiendo al espectador formarse una opinión sobre sus acciones sin interferir directamente. El uso de la fotografía es especialmente efectivo en las escenas nocturnas, que evocan la oscuridad y el aislamiento del protagonista.
Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Diego Calva ofrece una interpretación sobresaliente, transmitiendo con convicción la fragilidad y la resiliencia de Daniel. Su mirada, a menudo vacía o llena de una mezcla de tristeza y determinación, es el corazón de la película. También merece reconocimiento el resto del elenco, especialmente el actor que interpreta al CEO de la farmacéutica, un personaje frío y despiadado que encarna la avaricia y la indiferencia del sistema capitalista. La química entre los actores es palpable, especialmente en las escenas que muestran la evolución de la relación entre Daniel y su abogada, interpretada con una intensidad admirable por Claudia Deshays.
El guion, aunque a veces se adentra en territorio melodramático, está bien construido y plantea cuestiones importantes sobre la responsabilidad corporativa, el acceso a la justicia y el impacto de las adicciones en la vida de las personas. Si bien la trama principal se centra en la batalla legal, la película también explora temas como la soledad, el abuso de sustancias y la dificultad de superar los demonios del pasado. La película no ofrece soluciones fáciles; en lugar de eso, se presenta como un espejo que refleja las contradicciones y los desafíos de la sociedad actual. La resolución, aunque no es necesariamente un final feliz, es satisfactoria porque se siente honesta y acorde con la complejidad de la historia. “Adicto” es, en definitiva, una película que permanece en la memoria mucho después de que termina, invitando a la reflexión sobre las consecuencias de nuestras acciones y la búsqueda de la esperanza en medio de la oscuridad.
Nota: 8/10