“Adiós” no es una película que te impacte de manera inmediata. No llega con una explosión visual o un giro argumental inesperado. Su fuerza reside en la sutileza, en la lenta pero inexorable construcción de un ambiente y en la honestidad con la que retrata la vida cotidiana de un hombre en un barrio marginal. La dirección de dirección de Daniel Aldana es impecable; consigue transmitir con elegancia la atmósfera opresiva y melancólica de Triana en Sevilla, donde el calor del sol choca con la sombra de la desesperación. El uso de la luz y la sombra, del color y de los espacios abiertos y cerrados, es magistral, creando una experiencia visual que envuelve al espectador. No se busca la grandilocuencia, sino la representación fiel de un lugar y de un modo de vida.
La película se centra en Juan, interpretado magistralmente por Miguel Ángel Valencia. Valencia ofrece una interpretación que trasciende la simple caracterización de un criminal. Logra dotar a su personaje de una vulnerabilidad palpable, de una ternura incluso, que contrasta con su pasado y con las acciones que ha llevado a cabo. No es un héroe, ni un villano, es simplemente un hombre atrapado en un círculo vicioso, luchando por encontrar un resquicio de esperanza. La interpretación de Valencia es densa y llena de matices, transmitiendo el peso de la culpa y el anhelo de redención con una economía de medios admirable. Su mirada, a menudo perdida en un distanciamiento que puede ser tanto por circunstancias como por un esfuerzo consciente de alejarse del pasado, es particularmente conmovedora.
El guion, adaptado de la novela homónima de Javier Cercas, es inteligente y evita los clichés del género. La historia se cuenta con un ritmo pausado, permitiendo que el espectador se sumerja en la vida de los personajes y en su entorno. Las conversaciones, aunque a veces directas y toscas, revelan la complejidad de las relaciones humanas y la dureza de las condiciones sociales. No se simplifica la moral ni se juzga a los personajes. Se presenta la realidad sin adornos, mostrando las consecuencias de la pobreza, la delincuencia y la falta de oportunidades. El diálogo, por ejemplo, es particularmente acertado, reflejando el lenguaje y las costumbres de Triana sin caer en estereotipos. La película se centra en la familia, en el amor, en la pérdida y en la búsqueda de la redención, temas universales que resuenan con fuerza en la narrativa.
Sin embargo, “Adiós” no es una película para todos los gustos. Su lentitud, su tono melancólico y su falta de acción pueden resultar un poco pesados para algunos espectadores. No ofrece respuestas fáciles ni soluciones mágicas. Se limita a mostrar la realidad, con sus luces y sus sombras, con sus alegrías y sus tristezas. Es una película que exige una actitud contemplativa y una disposición a aceptar la incomodidad de la reflexión. Es un retrato honesto y conmovedor de un hombre en busca de un futuro, y de la tristeza inevitable de un adiós.
Nota: 7/10