Adiós Buenos Aires (2023)

“Adiós Buenos Aires” no es un melodrama cualquiera. Es un retrato crudo y visceral de la Argentina de 2001, un país al borde del colapso económico y social, plasmado a través de la historia personal de Julio Färber, el bandoneonista. La película, dirigida por Adrián Dorison, logra una atmósfera densa y opresiva que te envuelve desde el primer minuto, trasladándote directamente al caos y la desesperación de ese momento histórico. No es simplemente un relato de crisis económica; es la historia de un hombre que lucha por aferrarse a sus sueños y a su identidad en un entorno que se está desmoronando.

El guion, en general, es sólido y se beneficia enormemente de la ambientación. Dorison se toma el tiempo necesario para mostrar la decadencia de Buenos Aires, los rostros marcados por la preocupación, la precariedad y la rabia. El tratamiento de la crisis financiera no es grandilocuente ni simplista; se centra en las consecuencias humanas de ella, mostrando cómo afecta a cada personaje, cómo amenaza su sustento, su futuro y, en el caso de Julio, su conexión con la ciudad. El ritmo, aunque pausado, es adecuado para la narrativa y permite la inmersión del espectador. Sin embargo, hay algunos momentos en los que la película podría haberse beneficiado de una mayor dinámica, especialmente en la exposición inicial de los personajes secundarios.

La dirección de Adrián Dorison es magistral en su enfoque en los detalles. La fotografía de Pablo Cammenghiotti es exquisita, utilizando una paleta de colores apagados y un movimiento de cámara que refleja la inestabilidad de la época. Los planos son, en su mayoría, largos y contemplativos, permitiendo que la cámara observe a los personajes, que se sumergen en sus pensamientos. La banda sonora, compuesta por Javier Grisolfo, con arreglos de tango, es conmovedora y contribuye significativamente a la atmósfera melancólica de la película. La banda sonora no es solo un acompañamiento; es un personaje más que complementa la historia.

Las actuaciones son excepcionales. José Manuel Figueroa, como Julio Färber, ofrece una interpretación convincente y llena de matices, transmitiendo con creencia la frustración, el amor por la música y el deseo de escapar. Su mirada, su tristeza y su esperanza son palpables. Silvana Goldring, como Mariela, también brilla con fuerza. Su personaje es complejo, fuerte y sorprendentemente vulnerable. Las interpretaciones de los otros miembros de “Los Vecinos de Pompeya” son igualmente sólidas, aportando riqueza y autenticidad al grupo. Es palpable la dinámica familiar y el compromiso musical que los une.

A pesar de su lentitud, “Adiós Buenos Aires” es una película importante y conmovedora que no solo ofrece una ventana al pasado argentino, sino que también explora temas universales como la pérdida, la identidad y la búsqueda de la felicidad. La película no busca ofrecer soluciones fáciles; simplemente presenta una realidad, a veces dura, pero siempre humana. Es una película que te hace reflexionar sobre el poder de la música, la importancia de las raíces y la fragilidad de los sueños. La película no romantiza la crisis, sino que la muestra desde la perspectiva individual, haciendo que la experiencia sea mucho más impactante.

Nota: 8/10