Adiós Christopher Robin (2017)

“Adiós, Christopher Robin” es una película que intenta, con un cariño palpable, excavar en la complejidad del éxito creativo y sus consecuencias personales. Dirigida por Richard Shepard, la película se centra en la vida de A. A. Milne (Domhnall Gleeson) al final de la Primera Guerra Mundial, en un momento de intensa transformación para él y su familia. La trama, aunque sencilla, se centra en cómo el auge internacional de los libros de Winnie the Pooh no solo le brinda fama a Milne, sino que también comienza a desmoronar su relación con su hijo, Christopher Robin (Will Tilston), y con su esposa, Daphne (Margot Robbie). La película se siente como una pequeña cápsula del tiempo, capturando la atmósfera de posguerra y la fragilidad de las relaciones familiares.

El corazón de la película reside en la interpretación de Domhnall Gleeson, quien ofrece una actuación sutil y conmovedora como Milne. No se trata de un hombre grandilocuente o un genio atormentado, sino de un hombre vulnerable, que lucha con el miedo al fracaso y la necesidad de conectar con su hijo. Su gradual desintegración, tanto emocional como física, es retratada con una delicadeza que, a veces, oscila hacia la melodramatización, pero que en general, logra generar empatía en el espectador. Will Tilston, como Christopher Robin, es un actor prometedor, aunque su papel está, lamentablemente, algo restringido. Su inocencia y conexión con Winnie the Pooh son la principal puerta de entrada a la historia, pero su desarrollo como personaje, dentro de la narrativa, es limitado.

Margot Robbie aporta una presencia elegante y enigmática como Daphne. Su personaje se encuentra atrapado entre el deseo de estabilidad familiar y la creciente consciencia de que el éxito de su marido está desequilibrando su vida. La relación entre Daphne y Milne se construye con una honestidad que evita los clichés del melodrama convencional, aunque su drama interior se siente a veces demasiado superficial. La película, a pesar del encanto visual que aporta el mundo de Hundred Acre Wood, no profundiza lo suficiente en las dinámicas familiares. Se siente como un retrato esbozado, que ofrece destellos de la complejidad de las relaciones, pero que no los desarrolla al máximo de su potencial.

La dirección de Shepard es competente, creando una atmósfera visualmente atractiva, con un uso inteligente del color y la iluminación para evocar el ambiente de posguerra. Sin embargo, el ritmo de la película a veces es irregular, con momentos de gran intensidad emocional seguidos de tramos más tranquilos y descriptivos. La banda sonora, en su mayoría instrumental, complementa bien la atmósfera, pero carece de una musicalización impactante que realce los momentos clave de la trama. El guion, escrito por Jeff Keane y Max Lang, se centra en la relación entre Milne y su hijo, relegando ligeramente a Daphne y al mundo mágico de los libros. A pesar de sus aspiraciones, la película parece un poco desconectada de la carga emocional que podría haber tenido. El mundo de Winnie the Pooh, aunque bellamente visualizado, parece casi un añadido ornamental, más que un elemento central de la historia.

A pesar de sus fallas, “Adiós, Christopher Robin” es una película que, en última instancia, ofrece un momento de ternura y reflexión. Es un recordatorio de que el éxito, en cualquier campo, puede tener un precio alto, y de la importancia de valorar los lazos familiares. Sin embargo, la película podría haber aprovechado la oportunidad para explorar las complejidades de las relaciones familiares con mayor profundidad, dejando una impresión menos superficial.

Nota: 6/10