Aeon Flux (2005)

“Aeon Flux” (2005) es una película que, a la luz del paso del tiempo, se revela como una joya decadente, un experimento visual y conceptual que aún provoca debate y fascinación. Más allá de su decepcionante recepción inicial, la película se erige como un ejemplo paradigmático de cómo una visión artística ambiciosa puede resultar eclipsada por las expectativas comerciales y la falta de una narrativa cohesiva.

La dirección de Virginie Sonneveld es, sin duda, el punto fuerte de la película. Sonneveld, que también es la mente creativa detrás del cortometraje original que inspiró la cinta, transmite un universo singularmente estilizado y opresivo. La paleta de colores, dominada por el negro, el blanco y el azul eléctrico, crea una atmósfera onírica y distópica que recuerda a Blade Runner y a la estética futurista de los años 80. Las escenas de acción, coreografiadas con una fluidez y una precisión asombrosas, se convierten en pequeños poemas visuales, dignos de ser contemplados y analizados. La película aprovecha al máximo la tecnología digital de la época, creando efectos visuales que, si bien hoy en día pueden parecer un tanto datados, en su momento fueron revolucionarios y contribuyeron significativamente al impacto visual de la obra.

Sin embargo, el aspecto más problemático de “Aeon Flux” reside en su guion. Si bien la premisa de una agente secreta que trabaja para una organización rebelde y se ve envuelta en un complot gubernamental es interesante, la ejecución es torpe y confusa. Los diálogos son recargados y a menudo carentes de sentido, mientras que la trama se complica innecesariamente, introduciendo personajes y subtramas que no contribuyen significativamente a la historia principal. La exploración de la inteligencia artificial y la identidad humana, temas recurrentes en la obra de SilverAge Comics, se aborda de manera superficial y sin profundizar en las implicaciones filosóficas y psicológicas que podrían haber enriquecido la narrativa.

Las actuaciones son, en su mayoría, decentes. Charlize Theron, en el papel de Aeon Flux, ofrece una interpretación físicamente impactante, capturando la esencia de la guerrera implacable y enigmática. Sin embargo, la falta de profundidad en el personaje y la sobreexplotación de su imagen guerrera limitan su capacidad para conectar emocionalmente con el público. Douglass Henshall, como el Presidente, ofrece una interpretación estoica pero poco convincente. Otros actores secundarios, como Harvey Keitel, cumplen su función, aunque sus personajes carecen de desarrollo y complejidad.

En definitiva, “Aeon Flux” es una película compleja y contradictoria. Es una pieza visualmente deslumbrante, con una dirección impecable y una estética inolvidable, pero que sufre de un guion débil y actuaciones que no llegan a explotar todo su potencial. La película logra crear un universo visualmente atractivo, pero carece de la sustancia narrativa necesaria para convertirlo en una experiencia cinematográfica verdaderamente memorable. Es un experimento interesante, un ejercicio de estilo que merece ser visto, pero con la advertencia de que su calidad narrativa es desigual.

Nota: 6/10