Aeropuerto Central (1933)

“Aeropuerto Central” (Airport 1970) es una joya del cine de catástrofes de los años 70, un ejercicio de adrenalina y melodrama que, a pesar de sus evidentes limitaciones técnicas, logra un encanto singular y, lo que es más importante, una innegable atmósfera. La película, dirigida por Del Clark, no busca la sofisticación narrativa ni el realismo; su objetivo es claro: ofrecer una experiencia cinematográfica intensa, vertiginosa y, en definitiva, entretenida. Y en ese terreno, lo logra con notable éxito.

La película se centra en la rivalidad entre Jim Blaine (interpretado con una firmeza cautivadora por Robert Hays) y su hermano, Neil (Warren Oates). Ambos aviadores, profesionales de la paracaidismo, compiten ferozmente por la atención de Jill Collins (Leslie Hendrix), una mujer decidida a demostrar su valía como piloto y que, en su búsqueda, se ve atrapada en el caos del aeropuerto, un escenario perfecto para desatar la intriga y la acción. La dirección de Clark se caracteriza por su ritmo frenético y su uso de planos amplios que enfatizan la escala del desastre, creando una sensación palpable de peligro inminente. El diseño de producción es impecable; el aeropuerto de Denver, recreado con un detallismo sorprendente para la época, se siente como un lugar real, un laberinto de pasillos oscuros y terminales ajetreadas. Las técnicas de sonido, cruciales para el impacto de la película, son especialmente efectivas en la creación de la atmósfera de pánico y confusión.

Las actuaciones son sólidas y, en general, convincentes. Robert Hays se muestra como un protagonista carismático, capaz de transmitir la determinación y el orgullo de un aviador experimentado. Leslie Hendrix aporta una sensualidad y una vulnerabilidad que hacen a Jill Collins una protagonista simpática y digna de apoyo. Warren Oates, por su parte, ofrece una actuación sorprendentemente densa, mostrando un lado más complejo del personaje de Neil. Sin embargo, es importante notar que el guion, escrito por Robert Markley, recurre a ciertos clichés del género, como la mujer en peligro y el héroe impulsivo. Si bien estos elementos son inherentes al género, la película podría haber beneficiado de un desarrollo de los personajes más profundo y de un tratamiento de los conflictos familiares más matizado.

No obstante, la película no intenta ser un drama complejo. “Aeropuerto Central” se alimenta de la tensión y la acción, con explosiones, persecuciones aéreas y momentos de suspenso que mantienen al espectador al borde del asiento. La banda sonora, compuesta por Jim Slater, es otro de sus puntos fuertes, con melodías dramáticas y efectos de sonido que intensifican la sensación de catástrofe. La película es un festín visual y auditivo, una experiencia cinematográfica pura y simple, enfocada en el entretenimiento inmediato. Aunque su valor es principalmente nostálgico, “Aeropuerto Central” sigue siendo un clásico del cine de catástrofes, un testimonio de una época en la que la acción y el espectáculo eran las principales prioridades. Es una película que, más allá de su trama sencilla, celebra la valentía, la amistad y la capacidad del ser humano para superar la adversidad.

Nota: 7/10