Aferim! (2015)

“Aferim!” de Cristian Mungiu es una película que se instala en la memoria como un presagio, un golpe sordo en el corazón de la historia rumana. Más que una simple recreación de la Wallachia del siglo XIX, es una radiografía inquietante de una sociedad profundamente arraigada en la hipocresía, la violencia y el control. Mungiu, con su habitual maestría, no nos ofrece un melodrama grandilocuente, sino una serie de momentos que, acumulados, revelan la podredumbre latente bajo la superficie de la nobleza y la respetabilidad.

La dirección de Mungiu es, como siempre, magistral en su minimalismo. Evita la ornamentación, permitiendo que el guion, basado en la novela de Radu Vancea, hable por sí solo. Las largas tomas, la cámara fija, el ritmo pausado… todo contribuye a crear una atmósfera opresiva y palpable. Mungiu no nos da respuestas fáciles ni explica las motivaciones de sus personajes. Nos muestra la Wallachia a través de sus ojos, un espacio claustrofóbico donde cada acción tiene consecuencias, donde la lealtad es un espejismo y la verdad es una mercancía rara. La fotografía de Stere Rarat se suma a esta sensación, empleando una paleta de colores terrosos que refuerza la dureza de la tierra y la atmósfera de decadencia.

Las actuaciones son, sencillamente, excepcionales. Teodor Corban, como el detective que se ve arrastrado a un enredo que no comprende del todo, ofrece una interpretación sutil y contundente. Su mirada transmite una mezcla de confusión, frustración y, finalmente, una profunda tristeza. Luminața Gheorghiu, en el papel de Luz, es una revelación. Su actuación es hipnótica, transmitiendo a la perfección la fuerza, la vulnerabilidad y la desesperación de una mujer atrapada en las garras de una sociedad que la oprime. Toma Cuzin, como el noble que contrata al detective, aporta una presencia imponente y amenazante, aunque su personaje permanezca en gran medida en el plano de la ambigüedad moral. La química entre los actores es notable, la tensión se palpaba en cada diálogo, en cada mirada.

El guion es, quizás, el corazón de la película. Mungiu explora con inteligencia las relaciones de poder, el amor prohibido, el engaño y la venganza. No glorifica la violencia, ni la romantiza. La muestra como una consecuencia inevitable de la injusticia social y la hipocresía moral. La película se centra en los detalles, en las pequeñas conversaciones, en las miradas robadas. Es en estos pequeños momentos donde reside su verdadera fuerza. La película desafía al espectador a cuestionar sus propias ideas sobre el bien y el mal, la justicia y la venganza. La ambigüedad moral es constante, y el espectador queda, al final, con la sensación de que nadie es completamente bueno o completamente malo.

En definitiva, “Aferim!” es una obra maestra del cine rumano, un film que invita a la reflexión y que permanece en la mente mucho tiempo después de que termine la proyección. Es un film poderoso, inquietante y profundamente humano.

Nota: 9/10