“After: En mil pedazos” se presenta como un melodrama adolescente con ingredientes de ciencia ficción, y aunque la premisa de una reencarnación para arreglar errores del pasado es ciertamente llamativa, la película no logra consolidarse como la experiencia cinematográfica trascendental que, en parte, la promesa de su concepto sugiere. La historia nos devuelve a Tessa Young y Hardin Scott, pero esta vez con una vuelta de tuerca dramática: Tessa, atormentada por el pasado, se reencarna y tiene la oportunidad de vivir una nueva vida para, de alguna manera, reparar el daño que causó. El hecho de que su alma se transfiera a un cuerpo nuevo, y que Hardin también se reencarne, crea una dinámica intrigante que, en teoría, podría haber propiciado un análisis más profundo de la culpa, la redención y el amor. Sin embargo, la película se adentra en un territorio demasiado sentimental y a veces inverosímil, perdiendo el equilibrio entre el drama psicológico y la fantasía.
Las actuaciones, como siempre en la saga “After”, son sólidas. Josephine J. Roberts y Dylan Sprouse, como Tessa y Hardin, mantienen la química que ha sido uno de los pilares de la franquicia. Sprouse, en particular, se beneficia de la oportunidad de explorar la complejidad del personaje de Hardin, presentando una faceta más vulnerable y, en ocasiones, incluso vulnerable. La relación entre los dos protagonistas, aunque exacerbada por el melodrama, sigue siendo el corazón de la película. Sin embargo, el guion a menudo se entrega a clichés del género romántico, recurriendo a situaciones forzadas y diálogos poco naturales. La trama secundaria con el nuevo compañero de trabajo, Trevor, se siente como un añadido superficial que no aporta profundidad a la historia principal. La ambientación, con una estética gótica y una fotografía cuidada, evoca la atmósfera de los libros de Nicholas Sparks, pero no logra crear una experiencia visualmente impactante.
Uno de los problemas más grandes de la película es su exceso de melodrama. Las escenas cargadas de emociones se prolongan innecesariamente, y las lágrimas que se derraman a menudo parecen artificiales. El intento de examinar la culpa y el impacto de las acciones pasadas queda diluido en un torbellino de sentimentalismo. Si bien la idea de la reencarnación ofrece un marco interesante para explorar la naturaleza del amor y el perdón, la película no explora adecuadamente las implicaciones filosóficas y emocionales de este concepto. Se centra más en el drama romántico y la tensión sexual, a costa de la profundidad emocional y la coherencia narrativa. La película podría haber sido mucho más cautivante si hubiera logrado equilibrar el melodrama con una exploración más sutil y reflexiva de los personajes y sus conflictos internos.
En definitiva, “After: En mil pedazos” es una película entretenida para los fanáticos del género, pero que no logra superar las limitaciones de su guion y su exceso de sentimentalismo. La química entre los protagonistas y la estética cuidada son puntos fuertes, pero no son suficientes para compensar los fallos narrativos y la falta de originalidad. Nota: 6/10