“Agente X: Última misión” es, en esencia, una película que se alimenta de nostalgia y de la familiaridad con la figura de este espía legendario. Alejandro Pineiro, el director, sabe cómo entrelazar la acción explosiva con la tensión psicológica, un equilibrio que, aunque no siempre perfecto, resulta lo suficientemente atractivo para mantener el interés del espectador durante más de dos horas. La película no intenta revolucionar el género de espías, sino que se posiciona con seguridad dentro de la tradición, ofreciendo un espectáculo visualmente sólido y un ritmo frenético que, en su mayor parte, funciona bien.
La trama, centrada en la desestabilización de la CIA y la necesidad de recuperar a este espía retirado, es la habitual. Pero lo que realmente eleva la película es la forma en que se desenvuelve. La ambientación en varios lugares del mundo –de la bulliciosa Lisboa a las misteriosas calles de Moscú, pasando por el Caribe– aporta dinamismo y un toque de exotismo que son un placer para la vista. La coreografía de las persecuciones es, en general, muy buena, y hay momentos de pura adrenalina que merecen ser apreciados. Sin embargo, el guion, aunque competente, cae en algunos clichés del género: el pasado turbio del protagonista, los traidores que se esconden a plena vista, las identidades secretas reveladas al final... Todo esto ya lo hemos visto antes, y la película no ofrece ninguna perspectiva particularmente original.
Hugh Jackman, en el papel de este espía con un pasado oscuro y un fuerte sentido de la moral, ofrece una actuación convincente. Su interpretación logra transmitir la complejidad del personaje: un hombre atormentado por sus errores, que se ve obligado a volver al peligro para salvar lo que queda de su honor. La química entre Jackman y Gal Gadot, quien interpreta a una agente de la CIA pragmática y decidida, es palpable y añade una capa de interés a la trama. Si bien el reparto secundario es correcto, no deja una impresión duradera. La dirección de Jackman en las escenas de acción está bien ejecutada, permitiendo al espectador sentir la tensión y el peligro.
No obstante, la película carece de profundidad emocional. Las relaciones entre los personajes se sienten superficiales, y los dilemas morales del protagonista no se exploran con la profundidad que merecen. La película se basa más en la acción y el espectáculo que en la construcción de un personaje complejo o en el desarrollo de una trama intrincada. La película es un entretenimiento agradable, sin duda, pero no un referente del género de espías, ni mucho menos una obra de arte cinematográfica. El final, aunque satisfactorio en términos de acción, podría considerarse algo predecible y demasiado rápido para resolver todos los cabos sueltos.
Nota: 6/10