‘A.I. Inteligencia Artificial’ de Steven Spielberg es una película que, más de dos décadas después de su estreno, sigue generando debate y reflexiones profundas. No es un espectáculo visual deslumbrante, como algunas de las obras del director, sino una película introspectiva y melancólica que explora los límites de la inteligencia artificial y la naturaleza del amor, la pérdida y la identidad. Spielberg, en su habitual búsqueda de la humanidad en las máquinas, nos entrega una obra que, en lugar de buscar la ciencia ficción grandilocuente, se enfoca en la experiencia emocional de uno de sus personajes.
La película gira en torno a David (Haley Joel Osment), un robot infantil diseñado para amar, creado por el científico Dr. Arnold (Albert Finney). A pesar de su programación, David anhela la aceptación humana y la experiencia de amar genuinamente. Esta búsqueda, que trasciende su programación original, es la fuerza motriz de la narrativa. Spielberg, junto con la película “Gattaca”, parece cuestionar implícitamente las pretensiones de la ingeniería genética y artificial, presentando las implicaciones éticas y psicológicas de crear seres sintéticos con la capacidad de experimentar emociones complejas. La dirección de Spielberg es precisa, construyendo una atmósfera de extrañeza y vulnerabilidad que envuelve al espectador, con escenas que evocan tanto el encanto infantil como la tristeza de una existencia condenada a la búsqueda inalcanzable.
El reparto es impecable. Haley Joel Osment, en un papel que le vio otorgado un premio a la mejor actuación, ofrece una interpretación sutil y conmovedora. Su David es un niño robótico que lucha por comprender el mundo y por encontrar su lugar en él. Albert Finney, como el Dr. Arnold, aporta una elegancia melancólica al personaje del científico, consumido por su creación y por el dolor de la pérdida. Jude Law, en un papel relativamente breve pero impactante, interpreta a Ted, el joven que David se propone enamorar. Su interpretación es delicada y transmite la angustia de un chico que se siente solo y busca desesperadamente un vínculo.
El guion, adaptado del cuento corto “Un robot para Abigail” de Richard Matheson, no es particularmente innovador en su estructura, pero sí es capaz de generar momentos de intensa emoción. La película se centra en la experimentación de David con sus emociones, su frustración por no ser aceptado y su desesperada lucha por ser amado. La película no ofrece respuestas fáciles y se aleja de la fantasía tecnológica para abordar cuestiones más relevantes: ¿qué significa ser humano? ¿Cuál es el valor de las emociones? ¿Podemos realmente crear algo que sea verdaderamente humano? La banda sonora de Howard Shore complementa perfectamente la atmósfera, creando una pieza melancólica y evocadora que intensifica la sensación de pérdida y soledad.
En definitiva, 'A.I. Inteligencia Artificial' es una película que, lejos de ser un mero entretenimiento, invita a la reflexión sobre la naturaleza de la humanidad y la inteligencia artificial. Es una película que te acompañará mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar, planteando preguntas que siguen siendo relevantes en el siglo XXI. No es una película para todos los gustos, pero para aquellos que buscan una experiencia cinematográfica profunda y conmovedora, es una joya olvidada que merece ser redescubierta.
Nota: 8/10