Al Berto (2017)

“Al Berto” (1975), dirigida por Manoel de Oliveira, no es una película que te explote en la cara. Es una película que se filtra lentamente en tu mente, como la brisa salada que acaricia las paredes de la mansión decadente donde se desarrolla la mayor parte de la trama. Oliveira, un maestro en la observación paciente y el detalle, nos entrega una obra que, lejos de ser un melodrama romántico, es un estudio sobre la desilusión, la pérdida de la inocencia y la dificultad de encontrar la autenticidad en un país aún marcadas por las heridas de la Revolución Portuguesa.

La película se centra en Al Berto, interpretado con una notable sutileza por João César Neves. Neves, más allá de su atractivo físico, transmite una profunda melancolía y un anhelo persistente. Su personaje es un joven atormentado por la ambigüedad, atrapado entre el deseo de trascender su pasado y la incapacidad de escapar de la influencia de su familia. La actuación es sutil pero increíblemente efectiva, comunicando más con la mirada que con el diálogo. El resto del elenco, aunque menos ostentoso, contribuye a la atmósfera opresiva y melancólica del filme.

La dirección de Oliveira es, sin duda, el corazón de la película. Su maestría reside en la construcción de atmósferas. Utiliza con maestría la luz y la sombra, la cámara lenta y los planos largos para crear un sentido de permanencia, de tiempo suspendido. La mansión, con sus habitaciones vacías y sus muebles antiguos, se convierte en un personaje más, un testigo silencioso de los dramas que se desarrollan en su interior. La fotografía, de António Guerreiro, es exquisita: tonos sepia, detalles que evocan la polera y el polvo, una paleta cromática que refuerza la sensación de un pasado que se niega a morir.

El guion, adaptado de la obra de teatro homónima de Dulce Castro, es preciso y deliberado. No intenta simplificar las complejidades de las relaciones humanas. Las conversaciones entre los personajes son a menudo largas, pausadas, llenas de silencios significativos. No se presentan soluciones fáciles ni conclusiones definitivas. En cambio, la película se centra en la exploración de la ambigüedad moral y la dificultad de encontrar un camino propio en un contexto social y político tan turbulento. La obra de Castro se mantiene fielmente, aunque la película amplía la complejidad de las interacciones.

“Al Berto” no es una película para todos los públicos. Requiere paciencia, atención y una disposición a dejarse llevar por su ritmo pausado. Sin embargo, para aquellos que estén dispuestos a invertir el tiempo y la atención, la película ofrece una experiencia cinematográfica profunda y conmovedora, una reflexión sobre la identidad, la memoria y la búsqueda de la libertad en un país en plena transición. Una obra que perdura mucho más allá de su época de estreno.

Nota: 8/10