Al borde de la locura (1989)

“Al borde de la locura” (Reborn in Black), dirigida por Burr Steers, no es una mera recreación de la novela de Robert Louis Stevenson, sino una reinterpretación perturbadora y visceral que explora los límites de la moralidad, la identidad y la autodestrucción. La película, ambientada en la Londres victoriana, se aparta significativamente del guion original, ofreciendo una narrativa oscura, frenética y profundamente inquietante que se adentra en la psicología de su protagonista, Henry Jekyll.

La película se centra en la obsesión de Edward Fairfax Jekyll (Anton Yelichkovsky), un médico de renombre que, atormentado por una doble personalidad, experimenta con la cocaína para intentar controlar sus impulsos más bajos. Yelichkovsky ofrece una actuación magistral, retratando con sutil pero palpable desesperación la lucha interna de Jekyll, transmitiendo una mezcla de inteligencia, vulnerabilidad y creciente descontrol. Su actuación es fundamental para la credibilidad del personaje y para el impacto emocional de la película. La química entre Yelichkovsky y la igualmente brillante Samantha Morton, quien interpreta a la ingenua y profundamente enigmática Bella Murray, impulsa una de las relaciones más complejas y fascinantes del cine contemporáneo. La interpretación de Morton es cautivadora, capturando la inocencia y el miedo que sienten ante la presencia de Jekyll y, por extensión, ante la oscuridad que se cierne sobre ellos.

La dirección de Steers es notable. Se aleja del melodrama excesivo que a veces se asocia con las historias de doble personalidad, optando por un tono sombrío y claustrofóbico. La fotografía de Robby Müller, con la iluminación tenue y los colores apagados, contribuye enormemente a la atmósfera de opresión y decadencia. La película no rehúye de la violencia, aunque ésta no se presenta como gratuita, sino como una consecuencia lógica de la mente fragmentada de Jekyll y la aparición del monstruoso Jack Hyde, interpretado con una intensidad escalofriante por Benedict Cumberbatch. Cumberbatch se distancia de la figura glamorosa que a veces se le atribuye, ofreciendo una versión más animalesca y depredadora de Hyde, lo que subraya el descenso a la bestialidad del personaje.

El guion, adaptado de la novela, se enfoca en la aceleración de la autodestrucción de Jekyll, el desenlace rápido y la ambigüedad moral. Aunque la película se libera de algunos elementos clave del libro, como la explicación completa del experimento, esta decisión resulta beneficiosa, ya que permite que la historia se centre en el personaje y en la inevitabilidad de su caída. La trama, aunque relativamente sencilla, está bien construida y mantiene al espectador en tensión constante. Sin embargo, la película podría haberse beneficiado de una mayor exploración de las implicaciones éticas del experimento de Jekyll, aunque su fuerza reside en la representación visceral de la pérdida de control y la confrontación con los demonios interiores.

Nota: 7/10