Al Capone (1959)

“Al Capone” no es una biografía tradicional, sino un retrato visceral y mordaz de un hombre, de un período y de una ciudad. La película de Wilson, más que un biopic convencido, se instala como un documental reconstruido, un intento honesto de desentrañar la compleja psicología de un personaje que ha permanecido por mucho tiempo envuelto en mitos y leyendas. La elección del blanco y negro es, sin duda, uno de los aciertos más notables, no solo por su estética propia, pero porque acentúa el tono de frialdad y desolación que impregna la narrativa, reflejando el mundo sombrío y brutal que rodeaba a Capone.

La dirección de Wilson es deliberadamente objetiva. Evita adornos innecesarios, concentrándose en los momentos cruciales de la vida de Capone: su infancia en la pobreza, su ascenso en el crimen organizado, sus relaciones (y sus fracasos amorosos), y finalmente, su descenso a la ruina. Esta austeridad narrativa no es un defecto, sino una estrategia para forzar al espectador a confrontar directamente la realidad de la historia, sin filtros ni justificaciones. La película no busca glorificar a Capone, sino mostrarlo como un ser humano profundamente marcado por las circunstancias, un producto de una época y de un sistema corrupto. La ausencia de melodramatismo es fundamental para el éxito de esta aproximación.

Steiger, en el papel de Capone, ofrece una actuación absolutamente magistral. No busca un Capone caricaturesco, sino un hombre con cicatrices emocionales, un hombre que ha perdido todo y que lucha por aferrarse a lo que queda. Su mirada, sus gestos, su voz, todo comunica una profunda melancolía y una innegable desesperación. No se trata de un personaje simpático, pero sí es innegablemente humano, y Steiger lo capta con una sutileza que es, sin duda, el corazón de la película. La compañía de reparto, compuesta por rostros reconocibles pero que nunca eclipsan a Steiger, funciona a la perfección.

El guion, a pesar de su concisión, es sorprendentemente efectivo. Se centra en los momentos decisivos, eliminando las divagaciones y evitando los clichés. No abundan los diálogos grandilocuentes, sino que se confían en la acción y la atmósfera para transmitir la historia. La película no necesita explicar las motivaciones de Capone, simplemente las muestra, permitiendo al espectador extraer sus propias conclusiones. La selección de las escenas es inteligente, y cada una de ellas contribuye a construir un retrato complejo y contradictorio del personaje. El ritmo, deliberadamente pausado, permite que los momentos de tensión sean aún más impactantes, y que la sensación de inevitabilidad del destino de Capone se haga más palpable.

Aunque podría haberse beneficiado de un mayor desarrollo de algunos personajes secundarios, “Al Capone” es, en definitiva, una película poderosa y reflexiva, que nos invita a cuestionar los mitos y a comprender la complejidad de un hombre que ha pasado a la historia como un criminal implacable. Es una película que se queda con el espectador mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar.

Nota: 8.5/10