Al diablo con el diablo (2000)

“Al diablo con el diablo” (Better Call Saul) es, en última instancia, un ejercicio de construcción de personajes y un estudio magistral de la desesperación y la ambición. Aunque la premisa de la venta del alma al diablo pueda parecer un cliché de terror y fantasía, la serie, y particularmente este episodio inicial, la transforma en un terreno fértil para explorar la psicología humana y las consecuencias de nuestras acciones. No es simplemente una historia de fantasía, sino un melodrama psicológico con toques de humor negro y un ritmo deliberadamente lento que se magnifica con el tiempo.

La dirección de Rian Johnson es, como siempre, impecable. Johnson despliega una meticulosa atención al detalle, creando atmósferas claustrofóbicas y opresivas que reflejan el estado mental de Elliot. Las tomas largas y estáticas, a menudo en primer plano, no solo transmiten la ansiedad y la incomunicación del protagonista, sino que también nos obligan a confrontar su alienación. La fotografía, con una paleta de colores apagados y una iluminación sombría, refuerza esta sensación de aislamiento y desolación. Johnson evita los clichés visuales del género fantástico, optando por una estética realista que contribuye a la autenticidad de la historia.

Bob Odenkirk ofrece una interpretación absolutamente brillante como Elliot. Su actuación es una maravilla de sutileza y matiz. Captura a la perfección la torpeza social del personaje, su inseguridad, su miedo al rechazo y, lo más importante, su profunda desesperación. No busca la comedia en el sufrimiento del personaje, sino que lo retrata con una honestidad brutal. El actor transmite la sensación de que Elliot es un hombre genuinamente miserable, atrapado en un ciclo de autodestrucción. Jimmy McGill, interpretado por Harvey Keitel, aporta una capa de ambivalencia moral a la narrativa, creando un contraste interesante con la desesperación de Elliot. La química entre ambos actores es palpable y fundamental para el desarrollo del argumento.

El guion, coescrito por Rian Johnson y Gordon Stangl, es excepcionalmente bien construido. No se apresura a revelar los secretos de Elliot, sino que los va desvelando gradualmente, manteniendo al espectador enganchado. La trama se centra en la desesperación de Elliot, y la gradual expansión de sus deseos es un elemento central del guion. La escritura se basa en diálogos inteligentes y naturales, que revelan mucho sobre los personajes. El episodio termina con un final impactante que deja al espectador con la sensación de que algo terrible está a punto de suceder. La paciencia del guion, al principio, puede resultar frustrante para algunos, pero la recompensa es una historia llena de profundidad y matices. Se construye un mundo con una lógica interna, aunque la venta del alma y sus consecuencias parezcan fuera de lugar. El guion ofrece un tratamiento original de la idea, evitando caer en la superficialidad.

En definitiva, “Al diablo con el diablo” es un episodio excepcional, que establece las bases para una serie fascinante. No es un espectáculo fácil de ver, pero sí una experiencia cinematográfica enriquecedora y memorable. Es un ejemplo de cómo una premisa aparentemente simple puede ser utilizada para explorar temas complejos y profundos.

Nota: 9/10