Al Pacino. El Bronx y la furia (2022)

“Al Pacino. El Bronx y la furia” no es una biografía en el sentido tradicional, ni una exaltación unidimensional de su trayectoria. Es una fotografía en blanco y negro de la etapa inicial de un genio, un retrato visceral de la lucha, la rabia, el amor y la esperanza de un joven Al Pacino que emerge de las sombras del Bronx y se forja a sí mismo a través del poder del escenario. La película, dirigida con una precisión quirúrgica por Steven Zaillian, logra capturar la esencia de ese período formativo de la vida de Pacino, evitando la sentimentalidad gratuita y abrazando una estética documental que acentúa la crudeza y la autenticidad de la historia.

Zaillian no rehúye las circunstancias sombrías que moldearon la infancia de Pacino. La pobreza, la violencia, el alcoholismo en la familia, la ausencia de figuras paternas – todo se presentan con una honestidad brutal que, sin ser gratuita, invita a la reflexión. La dirección está marcada por la utilización de planos largos, la cámara a la altura de las rodillas y la iluminación natural, creando una atmósfera de inmersión total en el ambiente del Bronx de los años 60 y 70. Estos recursos narrativos, junto con la banda sonora cuidadosamente seleccionada, establecen un ritmo pausado y contemplativo, que permite al espectador absorber cada detalle y conectar con las emociones de los personajes.

La actuación de Pacino es, evidentemente, el corazón de la película. Pero no se trata de una interpretación grandilocuente o teatralizada. Su Al Pacino es un joven con el alma herida, un chico en busca de su lugar en el mundo. La vulnerabilidad, la desesperación, el anhelo de reconocimiento y la intensa necesidad de ser visto – todo se transmite con una autenticidad conmovedora. El resto del reparto, compuesto por actores menos conocidos pero igualmente convincentes, contribuye a la riqueza del retrato colectivo de esa época. Particularmente la interpretación de Robert De Niro como amigo y compañero de Pacino, le da un contraste interesante y muestra la dinámica de un vínculo construido en la adversidad.

El guion, escrito por Zaillian, se apoya en las memorias de Pacino, pero las transforma en una narrativa dramática potente y llena de matices. Se centra no tanto en los momentos de éxito, sino en las dificultades, las frustraciones y las decisiones difíciles que Pacino se vio obligado a tomar. La película explora la tensión entre la ambición personal y la lealtad familiar, entre el deseo de escapar de su entorno y la obligación de cuidar a su madre. La trama no busca justificaciones ni soluciones fáciles; simplemente presenta la realidad cruda y compleja de la vida de un joven que lucha por encontrar su camino. Es una película que no ofrece respuestas fáciles, pero sí invita a la reflexión sobre el poder transformador del arte y la importancia de la perseverancia.

En definitiva, “Al Pacino. El Bronx y la furia” es una obra cinematográfica significativa y profundamente conmovedora. Es un homenaje a la tenacidad, la pasión y el talento de un hombre que, a través de la fuerza de su arte, logró superar sus demonios y convertirse en uno de los grandes actores de su generación. Es una película que merece ser vista y analizada.

Nota: 8/10