Al rojo vivo (1949)

“Al rojo vivo” (1958) no es una simple película de acción o un thriller puro y duro, aunque la persecución de trenes y la tensión palpable lo sugieran. Es una reflexión sobre la moralidad, la ambición desmedida y la fragilidad de la identidad en un mundo cruel y despiadado. Dirigida por Robert Aldrich, la película nos arroja directamente al corazón de la desesperación y la violencia, sin adornos ni sentimentalismos baratos. Aldrich, un maestro del suspense psicológico, establece un tono claustrofóbico desde el principio, encerrándonos en la mente y las decisiones de Cody Jarrett (James Garner), un personaje atormentado por su pasado y luchando por escapar de su propio destino.

James Garner ofrece una interpretación impecable de Cody, un hombre que, a pesar de su apariencia de marginado y cobarde, es capaz de acciones extremas cuando lo necesita. Su actuación es sutil pero poderosa, transmitiendo la lucha interna de un hombre que ha perdido todo y que solo busca una salida. La química entre Garner y Gloria Grahame como Ruth Hoskins, una prostituta que se une a Cody en su huida, es otro punto fuerte de la película. Grahame, con su mirada melancólica y su porte vulnerable, aporta una dimensión humana y trágica a la historia. Su personaje, a pesar de sus propias sombras, es una figura de empatía y, de alguna manera, la única luz en la oscuridad.

El guion, adaptado de la novela de Budd Schulberg, es el verdadero corazón de la película. Aldrich no se limita a mostrar la acción; explora las motivaciones de los personajes, las consecuencias de sus decisiones y la corrosiva influencia de la avaricia. El guion cuestiona la noción de heroísmo y heroína, revelando que, en el mundo de “Al rojo vivo”, no existen respuestas fáciles ni finales felices. Las escenas en el tren son particularmente memorables, tanto por su impacto visual como por la forma en que transmiten la desesperación y el miedo. La planificación y ejecución de estas secuencias, con el ritmo frenético y la sensación de inminente peligro, son dignas de estudio cinematográfico.

Sin embargo, la película no está exenta de algunas imperfecciones. El ritmo en algunos momentos se vuelve algo irregular, y algunos diálogos, aunque efectivos, podrían haber sido más pulidos. No obstante, estos pequeños defectos se desvanecen ante la fuerza de la dirección, las actuaciones y la atmósfera opresiva que Aldrich consigue crear. "Al rojo vivo" es una película que permanece en la memoria mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar, planteando preguntas incómodas sobre la naturaleza humana y las consecuencias de nuestras elecciones.

Nota: 8/10