“Albert Nobbs” es una película que, en lugar de ofrecer una explosión de melodrama romántico, se erige como un retrato melancólico y profundamente conmovedor de la identidad, el género y la soledad. La película, dirigida con una delicadeza inusitada por Roy Andersson, no busca consuelos fáciles en la historia de James Wilson, interpretado magistralmente por Glenn Close, sino que la presenta con una honestidad brutal que resuena mucho más allá de la pantalla.
La narrativa se centra en el largo y desolador invierno de James, un hombre “sir” que ha servido a la familia Clay en la Isla de Wight durante treinta años. Desde los dieciocho años, James ha mantenido una fachada de hombre, una estrategia de supervivencia en una sociedad que no acogería a una mujer soltera y sin recursos. La película no trata sobre un amor idealizado, sino sobre la imposibilidad de escapar de las expectativas sociales y de la propia auto-construcción. La disonancia entre el exterior cuidadosamente cuidado y el interior en conflicto de James es palpable y se manifiesta en cada gesto, en cada mirada, en cada inflexión de voz.
La dirección de Andersson es notable por su estilo visual minimalista y su insistente uso de la luz y la sombra. La fotografía de Pawlo Kryvko crea una atmósfera densa y opresiva, que refleja la realidad interior de James. El blanco y negro, a pesar de ser un recurso clásico, aquí se utiliza de una manera muy particular, no como una simple estética, sino como un mecanismo para amplificar la sensación de aislamiento y desolación. Cada escena está cuidadosamente compuesta, cada plano diseñado para comunicar más allá de las palabras. Andersson evita el sentimentalismo obvio, permitiendo que la historia se desarrolle con una lentitud deliberada, dándole tiempo a la audiencia para absorber la complejidad emocional de la situación.
La actuación de Glenn Close es, sin lugar a dudas, el corazón de la película. Ofrece una interpretación imperturbable, en la que la sutileza y la profundidad son sus mayores armas. Su mirada es el vehículo principal de la narrativa, transmitiendo una gama de emociones que van desde la resignación hasta la desesperación, pasando por una profunda tristeza. Las interpretaciones de Edward Holcroft y John Hurt, como el joven lord Ashton Clay y el anciano Sr. Clay, respectivamente, son igualmente sólidas, aportando matices a la historia sin competir con la fuerza de la actuación de Close. No es una actuación grandilocuente, sino una que reside en la precisión de los detalles, en la transmisión de una quietud inquietante.
El guion, adaptado de la novela de Woodrow Wilson Rawls, se adhiere fielmente al espíritu de la historia original, pero lo hace con una sensibilidad y una profundidad que elevan la narrativa. La película no ofrece respuestas fáciles y, en cambio, se centra en la pregunta fundamental: ¿qué significa ser humano en una sociedad que niega la posibilidad de que un hombre sea mujer? La película nos invita a reflexionar sobre la identidad, el género, el amor y la soledad, dejando una huella imborrable en la memoria del espectador. “Albert Nobbs” es, ante todo, una película que te hace pensar.
Nota: 8/10