Alcarràs (2022)

“Alcarràs” es una película que se instala en la piel como un susurro, no como un grito. No pretende ser una experiencia cinematográfica explosiva, sino una exploración delicada y conmovedora de la vida rural, las relaciones familiares y el peso del pasado. Dirigida por Sandelí, la película no busca sensacionalismos; en cambio, construye una atmósfera de melancolía y arraigo que resulta profundamente resonante.

El núcleo de la historia gira en torno a la familia Solé, dedicada a la agricultura de melocotoneros en la comarca catalana de Alt Empordà. La trama se enmarca en el contexto del anunciado cierre de la explotación y, por tanto, de su futuro económico. Sin embargo, la verdadera fuerza de la película reside en la silenciosa crisis interna que afecta a Enric, el abuelo, quien ha perdido la voz, y en la manera en que esto impacta en el tejido familiar. La incomunicación, la frustración contenida y el temor al cambio se palpitan en cada plano, transmitidos con maestría por la interpretación de Josep Maria Pou. Su actuación es sutilmente poderosa, capaz de expresar un océano de emociones sin recurrir a diálogos explícitos. La familia, compuesta por cuatro hijos que regresan cada verano para cuidar los melocotoneros, se debate entre la tradición y la modernidad, entre el deber y el deseo.

La dirección de Sandelí es exquisita, aprovechando al máximo la belleza natural del paisaje catalán. Los planos son largos, contemplativos, permitiendo al espectador absorber la tranquilidad de la zona y, al mismo tiempo, la dureza de la vida rural. La fotografía, con una paleta de colores tierra y ocres, refuerza esa sensación de conexión con la tierra. Es una película que se beneficia enormemente de su ritmo pausado; no se apresura, deja que la historia se desarrolle de forma orgánica, permitiendo que los personajes y sus conflictos se revelen gradualmente.

El guion, adaptado de una obra de teatro de Sergi Santanach, se centra en la dificultad de expresar sentimientos y la importancia de las pequeñas acciones como forma de comunicación. No hay grandes diálogos o momentos dramáticos. La fuerza de la película radica en las miradas, los gestos, los silencios. La familia se comunica a través de la práctica de la agricultura, del cuidado de los melocotoneros, de la repetición de acciones. Es una película que nos recuerda que el amor y la conexión no siempre se expresan con palabras, sino con la presencia y el compromiso.

Las actuaciones son, en general, excelentes. Además de Josep Maria Pou, destacando también la interpretación de la joven Gala Iniesta como la nieta que intenta acercarse a su abuelo. El resto del reparto, como seguramente se espera, cumple con creces. Lo que les distingue es la autenticidad con la que representan a sus personajes, no hay artificios ni exageraciones.

En definitiva, “Alcarràs” es una película de observación, un retrato de la vida en un lugar donde el tiempo parece detenido, un canto a la perseverancia y al vínculo con la tierra. No busca emocionar al espectador con trucos baratos, sino que lo invita a reflexionar sobre la naturaleza de las relaciones familiares y la importancia de preservar los lazos que nos unen.

Nota: 8/10