Alcohol y coca (1988)

“Alcohol y coca” no es un retrato de la adicción glamorizado ni una crónica nihilista de la autodestrucción. Es, en su lugar, una reflexión incómoda y perturbadora sobre la masculinidad tóxica, la deshonestidad y la dificultad de aceptar la propia vulnerabilidad. La película de Juan Antonio Vidal se centra en Sergio, interpretado con una intensidad palpable por Javier Gutiérrez, un joven trabajador en un call center que vive al borde del abismo gracias a su dependencia de alcohol y cocaína. Su problema no reside en una necesidad desesperada, sino en una necesidad de autostereotiparse como el hombre que puede controlar su vida, una imagen construida para evitar el juicio y la presión familiar.

La dirección de Vidal es precisa y minimalista. Se concentra en la psicología del protagonista, dejando que las conversaciones, la mirada y los silencios denuncien la complejidad de su situación. No hay florituras ni melodramas, solo una atmósfera opresiva que refleja el vacío interior de Sergio. La fotografía de César Gallego, con tonos grises y apagados, contribuye significativamente a esta sensación de desolación. Se percibe una desconexión, una distancia emocional que refleja la incapacidad del protagonista para conectar con el mundo real, y por tanto, consigo mismo.

La actuación de Javier Gutiérrez es, sin duda, el punto fuerte de la película. Gutiérrez no recurre a clichés de adicto desesperado. En lugar de eso, ofrece una interpretación sutil y matizada, mostrando la arrogancia y la autoengañada convicción de Sergio, un hombre que se cree más fuerte de lo que realmente es. Su mirada transmite un deseo de disimular, de proteger una fachada de normalidad, y a medida que avanza la película, esa máscara se resquebraja gradualmente. Los actores secundarios, como Elena Estevez, que interpreta a su madre, también cumplen con creces, aportando una autenticidad que refuerza la credibilidad de la historia.

El guion, aunque no destaca por su originalidad, es sólido y efectivo. La trama se desarrolla de forma lineal, pero con un ritmo pausado que permite al espectador absorber la complejidad emocional de los personajes. Las conversaciones entre Sergio y su entorno familiar son especialmente impactantes, revelando las tensiones y las frustraciones que alimentan su adicción. La película no ofrece soluciones fáciles ni juicios morales simplistas. Simplemente presenta una realidad cruda y dolorosa, dejando al espectador reflexionar sobre las causas y las consecuencias de la dependencia, y sobre la importancia de la honestidad y la vulnerabilidad.

“Alcohol y coca” no es una película fácil de ver, ni mucho menos. Pero es una película valiente que se atreve a explorar los rincones más oscuros de la psique humana, y que, en última instancia, nos recuerda la fragilidad de la condición humana. Una película que, aunque no pretende ser la última palabra sobre la adicción, sí que merece la pena ser vista y analizada.

Nota: 7.5/10