Alegrías de un viudo (1978)

“Alegrías de un Viudo” es, en su esencia, una comedia romántica con un componente existencial sutil pero efectivo. La película, dirigida con elegancia por Roger Michell, se centra en el camino complicado y a menudo ridículo que Charley (Colin Firth), un cirujano de renombre y aparentemente inescrutable, emprende tras la inesperada muerte de su esposa. Michell logra construir un ambiente melancólico y a la vez cálido, utilizando la luz natural y los escenarios, generalmente espacios abiertos y luminosos, para reforzar el tema de la resiliencia y la búsqueda de la felicidad tras la pérdida. La película no intenta ser grandilocuente ni pretender una crítica social profunda, sino que se aferra a la experiencia personal y universal del duelo y la necesidad de conectar con los demás.

Colin Firth ofrece una actuación magistral. Evita caer en la caricatura del hombre abatido y, en su lugar, construye un personaje complejo y lleno de matices. La vulnerabilidad de Charley se muestra a través de pequeños gestos, de la forma en que observa a los demás, de la lentitud con la que se abre a nuevas posibilidades. No es un hombre fácil de amar, lo cual añade una gran carga dramática y permite a Firth explorar una amplia gama de emociones, desde la tristeza profunda hasta el humor irónico. La química entre Firth y Imogen Poots, quien interpreta a una joven y enérgica florista, es genuina y añade un elemento refrescante a la historia. Poots no se limita a ser la "joven interés romántica"; su personaje aporta una vitalidad y una perspectiva que contrasta y complementan la historia de Charley.

El guion, adaptado de la obra teatral de David Ives, no es particularmente innovador en su estructura. La película sigue una estructura narrativa lineal, presentando a una sucesión de posibles parejas en las que Charley se involucra efímeramente. Sin embargo, el guion destaca por su diálogos inteligentes y sutiles, que revelan gradualmente la personalidad de cada personaje y las verdaderas motivaciones de Charley. La película se centra en la comunicación, o la falta de ella, y en las dificultades que existen al intentar conectar con otros, incluso cuando se está abierto a la posibilidad del amor. El humor, presente a lo largo de la narrativa, no es gratuitamente cómico, sino que surge de las situaciones y de las propias contradicciones del protagonista. Se utiliza con maestría para aliviar la tensión dramática y para humanizar a Charley, haciéndolo más cercano al espectador.

A pesar de sus defectos (algunas secuencias de las citas podrían sentirse un poco forzadas y la resolución final, aunque satisfactoria, es un tanto convencional), "Alegrías de un Viudo" es una película conmovedora y bien actuada que explora con sensibilidad el tema del duelo y la búsqueda de la felicidad. Es un film que invita a la reflexión sobre la soledad, la importancia de las relaciones humanas y la capacidad del corazón para curarse, aunque sea a su propio ritmo. La dirección es sólida, la interpretación de Colin Firth es brillante y el guion, en su esencia, es inteligente y conmovedor. Es una película que, sin duda, permanecerá en la memoria del espectador.

Nota: 7/10