Algo salvaje (1986)

“Algo Salvaje” (Wildling) es un pequeño torbellino de locura y ternura, una comedia que se mantiene en un delicado equilibrio entre lo absurdo y lo profundamente humano. La película, dirigida por Andreas Dresen, no se dedica a grandes espectáculos visuales, sino que se centra en la intensidad de la relación que surge entre un hombre ordinario y una mujer completamente fuera de lo común. La película logra un efecto considerable gracias a su ambientación, una Potsdam moderna y vibrante que actúa como telón de fondo perfecto para la peculiar dinámica que se desarrolla entre los protagonistas.

El guion, adaptado de la novela de Harald von Wedhorn, presenta un argumento simple pero efectivo. El protagonista, Markus (Ben Whishaw), un bibliotecario alemán de treinta y tantos años, lleva una vida sumamente predecible y, en cierto modo, insulada. Su rutina, su trabajo, sus amigos... todo le resulta monótono. La llegada de Helle (Yana Portnoff) a su vida, una joven que vive en un mundo de drogas, sexo y evasión, sacude sus cimientos de forma abrupta y radical. Lo que sigue no es una historia de amor convencional, sino más bien una exploración de la vulnerabilidad, la necesidad de conexión y la búsqueda de significado, incluso en los lugares más inesperados. La película no se preocupa por explicar los motivos de Helle, ni justifica sus acciones; en cambio, se limita a mostrar el impacto que su presencia tiene en la vida de Markus, y cómo la obliga a confrontar sus propias limitaciones y a cuestionar su visión del mundo.

La dirección de Dresen es precisa y minimalista. Evita los clichés del género y se centra en los detalles: las miradas, los gestos, las conversaciones. La película se permite ser torpe en algunos momentos, lo cual le otorga un aire de autenticidad. Es fundamental destacar la interpretación de Ben Whishaw, quien ofrece una actuación sutil pero poderosa. Su Markus es un hombre que evoluciona gradualmente, pasando de la incomprensión inicial a una aceptación casi incondicional de la mujer que ha irrumpido en su vida. Yana Portnoff, como Helle, es igualmente convincente, logrando transmitir la fragilidad y la desesperación que subyacen a su comportamiento. Su personaje no es simplemente un elemento de caos, sino una víctima de su propia historia y las circunstancias que la han llevado a ese camino.

Aunque el tono de la película puede resultar en ocasiones un poco sombrío, “Algo Salvaje” es, en última instancia, una historia optimista. No ofrece respuestas fáciles, pero sí sugiere que el amor, la amistad y la conexión humana pueden surgir en los lugares más inesperados, y que incluso la persona más ordinaria puede encontrar su propia valentía. La película nos invita a reflexionar sobre nuestras propias vidas, nuestras propias rutinas y nuestra propia disposición a arriesgarnos. Es una película que te deja pensando mucho después de que terminan los créditos.

Nota: 8/10