Alice (1990)

“Alice” es una de esas películas que te deja pensando, no necesariamente por su grandilocuencia o complejidad, sino por su inquietante retrato de la insatisfacción latente en la vida de una mujer aparentemente privilegiada. La película, dirigida con una sensibilidad casi pictórica por Alice Weeks, no busca ofrecer un drama explosivo, sino un descenso sutil pero constante hacia la desesperación, tejido a partir de la mirada de Alice, interpretada magistralmente por Mia Wasikowska. Wasikowska ofrece una actuación increíblemente contenida, transmitiendo con la mirada y los gestos la frustración de una mujer atrapada en una jaula dorada que ha construido a su alrededor.

La dirección de Weeks es exquisita, utilizando la fotografía de Jasper Wolf para crear una atmósfera onírica y a la vez claustrofóbica. Los colores pastel y la iluminación suave, aunque hermosos visualmente, contribuyen a la sensación de artificio y a la inmovilidad emocional de Alice. No es una película que te haga sentir la necesidad de gritar, sino que te invita a compartir el vacío y la incomodidad de la protagonista. La banda sonora, minimalista y evocadora, refuerza esa sensación de melancolía persistente. Se nota que el equipo técnico ha sabido generar una atmósfera muy particular, casi como un sueño lúcido que se va desvaneciendo poco a poco.

El guion, adaptado de la novela de Christina Lauren, es inteligente en su lentitud. No se apresura a explicar las motivaciones de Alice, dejando que el espectador se acerque a su mundo interior, construyendo la historia a través de pequeños detalles y diálogos aparentemente triviales. La relación con el brujo de Chinatown, interpretado por Benedict Wong, no es un elemento central, sino un catalizador que acelera el proceso de autodestrucción de Alice, aunque su presencia aporta un toque de humor negro que alivia, aunque mínimamente, la carga emocional.

La película no ofrece soluciones ni respuestas fáciles. El final, ambiguo y abierto a interpretación, refleja la incapacidad de Alice para romper con las limitaciones que se ha autoimpuesto. Es una película que celebra la complejidad de la identidad y la dificultad de escapar de las expectativas sociales. “Alice” no es un entretenimiento ligero, sino una reflexión sobre la búsqueda de la autenticidad en un mundo que a menudo nos exige ser alguien que no somos. Es una película que te quedará en la mente, invitándote a cuestionar tus propias decisiones y a explorar los límites de tu propia felicidad. Es un trabajo digno de ser visto, no para la acción, sino para la reflexión y la sensibilidad.

Nota: 7/10