Alien vs. Predator (2004)

“Alien vs. Predator” es, en esencia, una demostración de que la ambición puede eclipsar con creces la calidad. La premisa, enterrada bajo el hielo antártico y prometiendo un choque titánico entre dos fuerzas extraterrestres, tiene un potencial asombroso. Sin embargo, la película se diluye en un torpe ejercicio de acción y efectos especiales que, en retrospectiva, parecen desprovistos de cualquier coherencia lógica. La idea de un conflicto milenario entre dos especies alienígenas, una con un instinto depredador y otra con una forma de vida parasitaria, era fascinante, pero el guion, en mi opinión, se apega demasiado a las fórmulas más comunes del cine de acción de los 90, evitando cualquier giro narrativo original o una profundización real en la naturaleza de estos seres.

La dirección de Paul W.S. Anderson, conocido por su experiencia en el género de acción, se centra casi exclusivamente en la espectacularidad visual. Hay secuencias de persecución y combates que, sin duda, son visualmente impactantes, con un uso abundante de CGI y coreografías de lucha bastante elaboradas. Sin embargo, esta búsqueda implacable de la “grávedad cero” y los efectos especiales acaba por desdibujar la atmósfera de terror que se esperaba. El ritmo es frenético, casi a punto de volverse vertiginoso, y sacrifica la construcción de personajes y la tensión psicológica en favor de un flujo continuo de acción. Anderson parece estar más interesado en mostrar el tamaño de las explosiones que se producen que en explorar las consecuencias de las acciones de los personajes.

El reparto, liderado por Lance Henriksen como el siniestro Charles Bishop Weyland, ofrece interpretaciones generalmente competentes. Henriksen, con su habitual presencia imponente y su mirada penetrante, consigue transmitir el fervor obsesivo del personaje. Sin embargo, la mayoría de los actores se ven forzados a actuar dentro de un marco narrativo limitado, con diálogos poco elaborados y motivaciones a menudo poco claras. La joven Alexandra Woods, interpretada por Lena Olin, es una figura más interesante en teoría, una arqueóloga con un pasado oscuro y una determinación inquebrantable, pero su personaje no se explora suficientemente para generar una conexión real con la audiencia. El grupo de científicos y expertos en seguridad se convierte en una masa anónima de personajes secundarios, más propuestos para la acción que para desarrollar una identidad propia.

En resumen, “Alien vs. Predator” es un espectáculo visual deslumbrante, pero vaciado de sustancia. La película se aferra a clichés del género de ciencia ficción y terror, olvidando la importancia del desarrollo de personajes, la construcción de la atmósfera y, sobre todo, la lógica interna de la historia. Aunque las secuencias de acción son estimulantes, la película carece de la profundidad y la complejidad que podrían haberla elevado por encima de la simple diversión. Se podría haber sido un espectáculo memorable si se hubieran atrevido a apostar por una narrativa más arriesgada y una dirección más inteligente. Al final, es un entretenimiento de un solo uso, que deja al espectador con la sensación de haber visto un bombardeo de efectos especiales y explosiones, pero sin haber experimentado nada realmente significativo.

Nota: 5/10