“Alita: Ángel de combate” es una película visualmente deslumbrante, un espectáculo de efectos especiales y diseño de producción que, sin embargo, carece de la profundidad emocional que su premisa sugirió. La película, dirigida por Robert Zemeckis y producida por Jon Favreau, se presenta como un tributo a los clásicos del cine de ciencia ficción, particularmente a “Blade Runner” y “Akira”, pero en su intento de emular estos referentes, a veces se siente como una imitación en lugar de una creación original.
La historia, centrada en Alita, una androide cibernética con un pasado borrado, se desarrolla en la decadente y corrupta ciudad de Iron City, un mundo distópico donde la tecnología y la pobreza coexisten en una escalofriante simbiosis. La película logra construir un ambiente urbano rico en detalles y con una atmósfera opresiva, gracias en gran parte a la dirección artística y la fotografía. Los escenarios son grandiosos, la iluminación es impresionante, y el diseño de los ciborgs, tanto de combate como de compañía, es particularmente notable. Sin embargo, el guion, aunque entretenido, se basa en clichés del género y carece de una narrativa verdaderamente original. Las subtramas se sienten forzadas y algunos elementos del desarrollo de personajes, como la relación entre Alita e Hugo, no alcanzan la profundidad necesaria para generar una conexión emocional significativa.
La actuación de Rosa Salazar como Alita es sólida, transmitiendo la vulnerabilidad y la creciente determinación de la protagonista. Piercing e Idris Elba, en el papel del médico Ido, ofrece una actuación convincente, aportando un punto de ancla emocional a la historia. Aunque sus interpretaciones son correctas, la película no les brinda suficientes oportunidades para explorar las complejidades de sus personajes. Las escenas de acción, coreografiadas con gran maestría, son, sin duda, el punto fuerte de la película. Los combates son espectaculares y llenos de dinamismo, mostrando la increíble destreza y el potencial de Alita. No obstante, estos momentos de acción a menudo distraen del desarrollo de la trama y del propósito emocional de la película.
Zemeckis, aunque conocido por su dominio de la robótica y la animación digital, parece sentirse un poco perdido en la traducción de este material a la narrativa cinematográfica. La película, a pesar de los efectos especiales impresionantes, ofrece una experiencia superficial. Se siente como un montaje de escenas impactantes pero desconectadas, con una historia que se queda a medio camino. La ambición visual es innegable, pero la película no logra alcanzar la intensidad dramática que se esperaba de un relato sobre la búsqueda de la identidad y la lucha contra la opresión. Es una película divertida, visualmente atractiva, pero que no logra capturar el espíritu de sus predecesoras. El final, aunque prometedor, se siente un poco abrupto y deja al espectador con la sensación de que podría haber sido mucho más.
Nota: 6/10