“All That Jazz” (Empieza el espectáculo) de Bob Fosse es, ante todo, una experiencia visceral. No se trata de una película que se disfruta con la mente, sino que te absorbe por completo, golpeándote con la fuerza de la música, el baile y la intensidad de sus protagonistas. Fosse, un maestro del teatro musical y una figura imprescindible del cine, nos entrega un autobiográfico retrato de Joe Gideon, un coreógrafo y director de Broadway y Hollywood consumido por sus adicciones y obsesiones. La película no se centra en contar una historia lineal, sino en explorar la psique de un individuo que se niega a aceptar su propia mortalidad, enfrentándose a la muerte a través de la representación de ella en el escenario.
La dirección de Fosse es, sin duda, la joya de la corona. Cada plano, cada toma, está meticulosamente diseñado para evocar la atmósfera opulenta y frenética del mundo del espectáculo. El uso del color es particularmente impactante, con contrastes dramáticos que refuerzan la dualidad de Joe: su extravagancia y su fragilidad. La coreografía, obviamente, es monumental. Fosse no se limita a poner música y bailarines en movimiento; crea secuencias coreográficas que son casi como mini-películas dentro de la película, explorando temas como el trabajo, el amor, la envidia y el miedo. La secuencia inicial, “Shooting Straight”, es un torbellino de energía y un ejercicio de puesta en escena que sigue impresionando décadas después.
Gene Kelly, en el papel de Joe Gideon, ofrece una actuación que es a la vez conmovedora y extravagante. Su interpretación es física, intensa y llena de matices. La vulnerabilidad de Joe, ocultada tras una fachada de desdén y auto-engaño, es palpable. La química entre Kelly y Ann Miller, que interpreta a Lola, una bailarina que representa la juventud y el deseo, es magnética. Miller, en su papel, ofrece una interpretación igualmente brillante, aportando un toque de inocencia y esperanza a la oscuridad del personaje de Joe. El conflicto entre ambos, la atracción y el rechazo, se maneja con maestría, añadiendo una capa de complejidad a la narrativa.
El guion, a veces, puede resultar algo denso y fragmentado, reflejando la mente desordenada de Joe. La película se sumerge en un flujo de conciencia, saltando entre recuerdos, sueños y escenas del presente. Sin embargo, esta ambigüedad es parte de su encanto, permitiendo al espectador interpretar la historia desde su propia perspectiva. A pesar de algunos momentos líricos y expositivos que podrían haberse recortado, la película logra transmitir un mensaje poderoso sobre la importancia de aceptar la vida, y sobre la necesidad de encontrar un significado más allá de la fama y la fortuna. La banda sonora, original de Fosse y Ann Van Wynen, es un componente esencial, impulsando la narrativa con su ritmo frenético y melodías memorables.
Nota: 8.5/10