La luz que imaginamos (2024)

“La luz que imaginamos” es una película que, sorprendentemente, logra tejer una narrativa de deseo, frustración y, sobre todo, de la búsqueda del espacio personal dentro de una ciudad bulliciosa como Mumbai. La directora, Sai Giriraju, no opta por la grandilocuencia, sino por un enfoque sutil y realista, dejando que la historia florezca con la lentitud inherente a las vidas de sus personajes. La película no pretende ser un espectáculo visual, sino más bien una observación introspectiva de las vidas de tres mujeres atrapadas en circunstancias que limitan sus sueños y anhelos.

El guion, aunque no rebosa originalidad en la trama, posee una gran fortaleza: la construcción gradual de la tensión emocional. La historia no se entrega de golpe, sino que se va revelando progresivamente a través de las interacciones entre Prabha, Anu y Suhasini, su hermana, quien se une a la trama como una figura de apoyo y complicidad. La película explora, con maestría, el matrimonio en crisis, el deseo de independencia femenina y las complejidades de las relaciones hermanas. Sin embargo, a veces el ritmo puede resultar algo pausado, y algunos diálogos podrían haberse beneficiado de mayor pulido. Se siente la necesidad de explorar más a fondo los motivos detrás de las decisiones de Prabha y de los conflictos internos de Anu.

Las actuaciones son el pilar fundamental de la película. Manasa Varanasi, como Prabha, ofrece una interpretación magistral. Su mirada, cargada de resignación y, en ocasiones, de un breve destello de rebeldía, es suficiente para transmitir la profundidad de su carga emocional. Suhana Khan, como Anu, logra contagiar con su vitalidad y su anhelo de conexión. La química entre las tres actrices es palpable, lo que enriquece significativamente la dinámica del grupo. Asimismo, el personaje de Suhasini, interpretado por Pooja Bedi, aporta un contrapeso emocional, mostrando una empatía genuina hacia las mujeres que lo rodean.

La dirección de Sai Giriraju se distingue por su habilidad para capturar la esencia de Mumbai, no como un cliché turístico, sino como una metrópolis caótica y opresiva. La fotografía, con sus colores desaturados y sus planos cerrados, transmite la sensación de encierro y la lucha por encontrar un respiro en la multitud. La banda sonora, discreta y evocadora, complementa la atmósfera melancólica de la película. Aunque no hay grandes explosiones visuales, la película consigue generar una atmósfera de creciente tensión y anticipación. El viaje a la costa representa no solo un escape físico, sino también una metáfora del anhelo de libertad y de la posibilidad de encontrar un espacio donde expresar el deseo.

En definitiva, "La luz que imaginamos" es una película que invita a la reflexión. No es una obra maestra cinematográfica, pero sí una película honesta, sensible y con el potencial de conectar con aquellos que han experimentado las limitaciones y los anhelos de la vida cotidiana. Es una pequeña joya que, a pesar de su modestia, deja una impresión duradera.

Nota: 7/10