Allan Quatermain y la ciudad perdida del oro (1986)

“Allan Quatermain y la ciudad perdida del oro” es una película que, a primera vista, parece un mero entretenimiento de aventuras pulp, pero al observarla con atención, revela una propuesta cinematográfica sorprendentemente ambiciosa y, en última instancia, un poco decepcionante. Dirigida por Stuart Craig, la película se adhiere, de manera admirable, a la atmósfera y al estilo de los relatos de H. Rider Haggard, aunque la ejecución no siempre alcanza el nivel de originalidad que se esperaba.

La dirección de Craig, con un fuerte énfasis en los decorados y el vestuario, es sin duda uno de los puntos fuertes de la película. La recreación de Milosis es, sencillamente, deslumbrante. Los escenarios, opulentos y laberínticos, evocan la grandeza y la decadencia de una civilización perdida. La película logra transportar al espectador a un mundo exótico y lleno de secretos, gracias a un trabajo de producción excepcional que se beneficia enormemente del material fotográfico original de la época. Sin embargo, la belleza visual, aunque destacable, a veces eclipsa la narrativa.

Las actuaciones son sólidas, aunque el reparto no se destaca especialmente. Richard Greene, como Allan Quatermain, se mantiene en un tono heroico y convencido, aunque carece de la complejidad dramática que la historia merecería. Wendy Barrie, como Jesse Huston, aporta una elegancia discreta al personaje, cumpliendo su rol de acompañante y, en ocasiones, de voz de la razón. El reparto secundario, lleno de rostros conocidos, ofrece interpretaciones competentes, pero no dejan una huella memorable. La presencia física de actores como Rex Woods, quien interpreta a Dumont, es impactante, pero su actuación, por mucho que se esfuerce, no logra transmitir la desesperación y la urgencia que la situación le exige.

El guion, sin embargo, es quizás el aspecto más débil de la película. Se basa en una estructura narrativa un tanto predecible, con los clichés del género de aventuras. La trama se desarrolla a un ritmo lento y pausado, lo que, si bien contribuye a la atmósfera, también puede resultar tedioso para algunos espectadores. A pesar de la promesa de un giro argumental interesante, la historia final se siente un poco simplificada y carente de profundidad. La relación entre Quatermain y Jesse, aunque presente, no se explora con la suficiente sutileza. Los enfrentamientos con los Eshowe, aunque visualmente efectivos, se sienten como meras escenas de acción sin un propósito narrativo claro. La introducción de la raza blanca, aparentemente avanzada y aislada, carece de una explicación convincente y se siente como un artificio para avanzar en la trama.

En definitiva, “Allan Quatermain y la ciudad perdida del oro” es una película que, aunque visualmente impresionante y con un buen trasfondo temático sobre la ambición, el colonialismo y la búsqueda de la riqueza, no logra alcanzar su máximo potencial. Se trata de una obra modesta, pero con momentos de brillantez y que, sin duda, satisfará a los amantes de las aventuras de época. Es un ejercicio de estilo, sobre todo, y un producto de su época, que merece ser vista por sus valores estéticos y su atmósfera particular, pero sin aspiraciones a ser un clásico del género.

Nota: 6/10